El burka es una pieza de ropa que llevaban tradicionalmente algunas tribus afganas y que los talibanes impusieron a todas las mujeres cuando accedieron al poder. Esta prisión ambulante se convirtió en el símbolo de la violencia que se ejercía contra la mitad de la población. El burka era la punta del iceberg de un sistema que segregaba a las mujeres, no les dejaba otro espacio que el doméstico ni otra función que la de estar al servicio del hombre y la familia.

Se les negaban los derechos básicos, entre los que estaban el más peligroso para la emancipación individual: el derecho a la educación. Por desgracia, este trato sigue existiendo y no solo en el país asiático. Pero la confusión en estos temas es tan grande que ya ha calado en el imaginario colectivo la idea de que el burka es una característica del islam, que es un rasgo fundamental de la religión de Mahoma que las mujeres tengan que cubrirse en mayor o menor grado. En el último catálogo para niños de Benetton, por ejemplo, encontramos la imagen impactante de una Barbie con burka dentro de la sección Cómo vestir a tu muñeca. Representan la diversidad del mundo, como le gusta a la marca italiana. De modo que tenemos en el mismo nivel las diferencias en el color de la piel, el tipo de pelo o el fenotipo y esta pieza de ropa que es una agresión machista cotidiana de una violencia simbólica innegable. No hay mujer que nazca con burka, niqab o pañuelo y ninguna campaña publicitaria tendría que dar este tipo de mensajes a las niñas. H

*Escritora