Aragón es un territorio bastante boscoso, si se exceptúa la depresión del Ebro, donde la vegetación arbolada aparece de forma más rala y dispersa. Esta realidad revela la gran importancia de disponer de medios y herramientas que ayuden a prevenir los incendios mediante el conocimiento exhaustivo del entorno natural.

En esta línea de actuación se inscribe una reciente orden del Gobierno autonómico en la que se reordena la superficie de la comunidad en función de la gravedad de la amenaza que representa el fuego para la cubierta vegetal.

El cambio en la legislación vigente, que data originalmente del año 2003, viene motivado por varios factores, sobre todo los relacionados con la investigación en materia de incendios forestales, los grandes avances registrados en la ciencia de la cartografía y la necesidad de actualizar la normativa para adaptarla a los nuevos criterios de tipificación del riesgo.

Se trataba de una labor urgente, dado que casi un 27% de la superficie de Aragón es de riesgo alto y extremo de incendio, lo que supone 1.270.521 hectáreas. Aparte, existen 2.506.220 hectáreas calificadas como de riesgo medio y casi un millón más de peligro entre bajo y medio. En total, 3.789.853 hectáreas entre montes boscosos y zonas de cultivo lindantes con ellos.

CALENTAMIENTO GLOBAL

Los autores de la nueva clasificación, en el Departamento de Desarrollo Rural y Sostenibilidad, consideran que los incendios forestales constituyen, en el contexto del progresivo calentamiento global del planeta, «uno de los principales problemas ambientales y sociales que afectan a los montes, cultivos, infraestructuras y poblaciones del entorno rural».

Una situación, por cierto, que ha quedado patente en la reciente oleada de fuegos que ha padecido la comunidad de Galicia. Y que, en el caso concreto de Aragón, tiene su más directa expresión en el hecho de que este año la temporada se haya alargado oficialmente 16 días más, hasta el 1 de noviembre, debido a las altas temperaturas reinantes y a la extrema sequedad de los montes por la escasez de lluvias a lo largo del año.

Una situación que no debe extrañar si se tiene en cuenta que la alerta por incendio forestal se anticipó 15 días la pasada primavera por las mismas razones que han provocado su extensión.

VULNERABILIDAD

La orden que afina la clasificación del territorio en función del riesgo de incendio forestal establece siete tipos diferenciados que se combinan con la importancia de protección de las distintas zonas.

Los factores tenidos en cuenta para precisar la vulnerabilidad contemplan variantes como la frecuencia de los incendios sufridos, la gravedad de los mismos, el resultado del riesgo obtenido con simulador y la continuidad de la masa arbórea.

Por otro lado, la importancia de la protección que merecen las distintas masas boscosas toma en consideración variables como los elementos socioeconómicos (cercanía de viviendas y núcleos de población), el CO2, diversidad del arbolado y el matorral, su grado de evolución, las figuras legales de protección, el potencial de regeneración tras el incendio y el riesgo de erosión.

El reordenamiento del nivel de riesgo parte de la constatación de que la mayoría de incendios se producen en Aragón por rayos o por la acción humana, de forma voluntaria e involuntaria, con variación en función de la estación del año.

En el riesgo de tipo 1 (nivel alto), las zonas más afectadas son las de contacto entre áreas urbanas y masa forestal, desde urbanizaciones a pardinas, pasando por segundas residencias diseminadas, como ocurre en el Matarraña, el Maestrazgo y el Prepirineo.

Como zonas de alto riesgo en el tipo 2, con nivel extremo, se hallan el Somontano, el Prepirineo, los Montes de Zuera, la Ibérica, el Maestrazgo, la sierra de Albarracín o el entorno del río Mijares, entre otras áreas.

Dentro del tipo 3 se sitúan paisajes de monte bajo con gran continuidad, peligrosidad e importancia, como ocurre en partes del Somontano, Guara y las Muelas del Ebro. El tipo 4 agrupa espacios del Pirineo y los Montes Universales, donde la peligrosidad es baja, salvo por rayos y negligencias.

Los tipos 5, 6 y 7 recogen zonas de pastos, áreas de contacto entre tierras agrícolas y de bosque y otros hábitats con baja presencia de especies muy combustibles.