Cuarenta años. Esa es la condena que ha impuesto la Audiencia Provincial de Zaragoza a Faustino Sarroca, el vecino de Santa Isabel que asesinó a su mujer y lo intentó con dos de sus hijos, uno de ellos discapacitado. A pesar de esa importante pena, el cumplimiento de la misma no superará los 25 años.

El Código Penal establece ese máximo para casos como el de Sarroca, ya que cumple la condición de haber sido condenado por dos o más delitos (en este caso tres, asesinato consumado, asesinato en grado de tentativa acabada y otro inacabado) con una pena de prisión de 20 años. A ello hay que añadir la edad de este hombre, 74 años, circunstancia que también se tiene en cuenta en la legislación española y que considera que se puede suspender la ejecución de la sentencia cuando haya cumplido la mitad de la condena. En estos casos el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria realiza un seguimiento especial en cuestiones médicas de cara a conceder permisos.

Junto a las penas privativas de libertad, la Audiencia de Zaragoza le prohíbe a este hombre, defendido por la abogada Olga Oseira, la comunicación por cualquier medio y aproximarse a sus dos hijos a menos de 300 metros durante un periodo de 25 años, para el hijo que sufre una discapacidad, y durante ocho para el segundo de ellos. Por último, se le condena a indemnizar a su hijo discapacitado por las lesiones y secuelas sufridas con 22.777,09 euros, al segundo hijo víctima de los hechos, con 3.064 euros por las lesiones y con 20.000 euros por daños morales y otros 20.000 euros por el mismo concepto para un tercer hijo. Además deberá indemnizar al Salud con 17.776,69 euros

Los hechos ocurrieron sobre las 11.00 horas del 8 de mayo del 2016 cuando el acusado golpeó a su mujer en la cabeza con una maceta de albañilería. La esposa murió horas más tarde en el hospital universitario Miguel Servet. De manera inmediata y sorpresivamente, Faustino Sarroca golpeó varias veces con ese mismo martillo a su hijo en la cabeza. Sufrió una serie de lesiones en la cabeza que hubieran podido producir la muerte.

A continuación, el acusado llamó a otro de sus hijos y le contó que su madre estaba vomitando y que había que trasladarla al hospital. La víctima se personó de inmediato y tan pronto entró por la puerta fue sorprendido por su padre que le lanzó lejía al rostro y, cuando este se había tapado los ojos, el acusado le asestó dos golpes en la cabeza. Sufrió lesiones que, según recoge la sentencia, no ocasionaron un riesgo vital.

El tribunal tuvo en cuenta la atenuante de alteración psíquica y reparación del daño.