Paco, métete debajo de la escalera», le gritaba su madre al niño de cinco años, Francisco Aguilar Piñal, allá por el año 1936, cuando pasaban los aviones por Sevilla para bombardearla. Poco más recuerda este investigador de aquellos años de la guerra civil. Ha pasado mucho tiempo y el periplo vital de Aguilar Piñal se ha ido poblando de riqueza intelectual… y de libros, como el que se presentó este lunes en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza: Madrid, en tiempos del “mejor alcalde” (Arpegio, 2016-2017).

El cuarto volumen de un ingente estudio sobre la capital durante los treinta años del reinado de Carlos III. El tercer centenario del nacimiento del borbón ha sido una excusa perfecta para poder rendir homenaje a Francisco Aguilar Piñal. Así lo pensó la profesora Dolores Albiac que gestó la jornada: Las luces, trescientos años después en Zaragoza.

Este «intruso en la Historia», como se retrató el propio Aguilar Piñal porque iba para filólogo, ha dedicado su vida al estudio del siglo XVIII. Para cualquiera que decida adentrarse en este período tiene que consultar los 10 tomos de la Bibliografía de Autores Españoles del siglo XVIII (CSIC, 1981-2001). Contaba el investigador, a preguntas de Ricardo García Cárcel, cómo comenzó su andadura académica. Dámaso Alonso, el rumano y el Instituto de España en Londres son tres claves de esta primera etapa. Con Dámaso Alonso, que ejercía de profesor de rumano, aprendió la lengua, y realizó su tesina sobre el poeta modernista Manuel Reina.

Y también gracias al maestro se postuló para una plaza en Londres para dirigir cursos de extranjeros. Emocionado y con la voz entrecortada, recordó esos años de 1963 a 1966 en los que vivía en un altillo en el propio Instituto de España y sus visitas a la British Library.

Su pasión bibliográfica y por el siglo XVIII vino cuando regresó a España. Primero fue Sevilla, Francisco López Estrada y su tesis sobre La Real Academia sevillana de las Buenas Letras; y después, Madrid, Simón Díaz y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Sevilla y Madrid dos ciudades y realidades que han acompañado su trayectoria personal e investigadora. «No fue fácil entrar en el Consejo», comenta el investigador. Y al recordar los cincuenta años en esta institución vuelve a emocionarse: «Perdón por los pucheros, es cosa de viejos».

Enseguida comprendió que su camino iba por la investigación. Su libro La España del absolutismo ilustrado sigue siendo una suerte de manual en las aulas universitarias. De los muchos premios que ha ido recibiendo recuerda con cariño el que le otorgaron en 1962 por su tesis doctoral que le abrió la puerta para continuar su andadura académica.

Un camino que sigue dando frutos como el libro que se presentaba, y un sistema de trabajo que parte del acopio y ordenación de una documentación ingente, en el que siempre cuenta con las investigaciones de los más jóvenes.