El sábado, el pequeño municipio de Biscarrués volverá a duplicar su población y en tono festivo y reivindicativo se volverá a convertir en la capital de la nueva política del agua. La que se opone a grandes pantanos y apuesta por otra forma de desarrollo. Este municipio, que se ha visto amenazado reiteradamente por la construcción del embalse, abandera, junto a otros, la oposición a este modelo de planificación hidrológica. La coordinadora constituida para oponerse a estas grandes obras ayer recibió la noticia de la aprobación de las obras de Almudévar, una de las dos balsas que conforman el sistema de riego. La coordinadora insiste en que no es necesario construir Biscarrués para realizar Almudevar y se apoya en estudios de caudales que así lo demuestran. En un comunicado, consideró una «irresponsabilidad proponer un nuevo pantano en un río contaminado de lindano. La prioridad del ministerio debería ser la descontaminación total del río Gállego con actuaciones y dotaciones presupuestarias inmediatas». A juicio de la coordinadora, « es una desfachatez llevar agua contaminada a más puestos poniendo en peligro tanto la salud de la población como los productos regados con esta agua». También consideraron que «los regantes deben justificar de forma actualizada la necesidad de estos caudales que suponen un gran coste económico, medioambiental y social. Este gasto de dinero público no está justificado». Y volvieron a defender «alternativas de modernización y balsas laterales más pequeñas que dan respuesta a las supuestas necesidades, ya que el río Gállego no tiene caudales suficientes para esta obra» que además amenaza el turismo de aventura de la zona.