Toalla, agua y protección solar para la piel son enseres prácticamente imprescindibles en las salidas a la playa o a la piscina. De las gafas de sol tampoco se olvidan quienes ya se han acostumbrado a llevarlas, pero que no suelen ser ni niños, ni personas mayores, aunque los especialistas en oftalmología advierten de que la protección de los ojos de la radiación solar es necesaria en todas las edades.

El ojo cuenta, por naturaleza, con sistemas de protección natural ante el impacto de la luz solar. Párpados, córnea, cristalino y la propia pigmentación del iris protegen del exceso de luz. «Hay que evitar largas exposiciones al sol y llevar unas gafas adecuadas para protegerse de la radiación ultravioleta, pero las personas más sensibles deben llevar incluso una polarizada, que quita aún más luz», explicó Pilar Calvo, oftalmóloga del hospital Miguel Servet de Zaragoza. «Y aunque se lleven gafas hay que evitar mirar directamente al sol», matiza.

La radiación solar en la vista se acumula, al igual que en la piel. En el caso de los menores, que pasan tantas horas durante el verano en las piscinas o en la playa, «hay cierta controversia» sobre la edad a la que deben empezar a usar las gafas. «En la literatura científica no está claro, pero entre los 2 y 3 años sería lo adecuado porque es cuando empiezan a jugar más», añadió Calvo. El cristalino de los niños y jóvenes es muy transparente y las lentes intraoculares también. Por lo tanto, en estos supuestos es en los que hace falta una mayor protección ocular en verano.

QUERATITIS

En el caso de las personas mayores operadas de cataratas, su cristalino es más vulnerable a los rayos del sol. «Las cataratas son la consecuencia más habitual que tratamos en consulta por la afección del sol, pero también se dan ojos secos y queratitis, que es una inflamación de la parte interior de la cornea que duele mucho. El ojo se pone rojo, hay lagrimeo y se ve borroso», explicó la oftalmóloga aragonesa.

Calvo también apuntó que, en edad adulta, se produce la degeneración macular asociada a la edad, que es una enfermedad ocular causada por el deterioro de la mácula (que se encuentra en el centro de la retina). «Hay que prevenir la exposición al sol para evitar su aparición. Esta patología se suele dar entre los 50 y los 55 años y también conviene llevar al mismo tiempo una dieta adecuada», indicó la doctora.

En este sentido, apuntó al consumo de verdura de hoja verde y pescado azul rico en Omega 3. «Para las personas que no coman mucho estos alimentos hay un suplemento vitamínico para los ojos», indicó Calvo.

CRITERIOS

¿Cuál es el criterio para elegir las gafas de sol adecuadas? «La elección depende del uso. En todo caso, debe ser una lente certificada por la Comunidad Europea, es decir, la exigencia es que esté homolagada», explicó Ester Martínez, de la óptica Salinas de Zaragoza.

Pueden ser polarizadas, espejadas o fotocromáticas. «La moda no está reñida con la protección, siempre y cuando usemos un producto homolagado y adecuado al uso. No es lo mismo una gafa para un conductor o un pescador que para una persona que solamente camina por la calle», añadió Martínez.

En el caso de los niños, dado que su cristalino no está formado y absorbe más radiación «es aconsejable usar gafas más curvadas y cerradas, que impidan que entre luz», dijo la óptica, quien abogó por «fomentar el uso» de gafas entre los menores. «Nos encontramos con muchos padres que llevan y sus hijos no. Es complicado quizás entenderlo, pero es una prevención desde la base», apuntó Martínez. En el caso de las personas mayores, que tienen problemas de retina, lo aconsejable es que usen gafas de mayor tono. «Es decir, las de mayor filtración», señaló esta óptica.

También en alta montaña la exposición a los rayos del sol triplica su impacto sobre piel y ojos. Por ello hay que contar más aún con protección ocular. «En estos casos es necesario usar lentes polarizadas y antireflejantes en por la cara interna. Se requiere máxima protección», dijo Martínez.

En este caso, la oftalmóloga del Miguel Servet, Pilar Calvo, apuntó al «efecto espejo» que se produce en la nieve. «Sin ganas es imposible esquiar, porque el perjuicio es tan grave que el siguiente paso serían las úlceras en la córnea, que pueden afectar, si no se tratan, a la visión. La gente debe ser consciente de que en la nieve hay mucho riesgo», dijo Calvo, quien añadió que «lo importante» es comprar las gafas en una óptica y dejarse aconsejar por los profesionales. «Se debe evitar su adquisición en mercadillos y demás. Lo fundamental es que cubran bien los ojos y protejan», matizó.

Los ojos son sensibles en cualquier época del año, por lo que la doctora recomendó «evitar restregarse, sobre todo si las manos no están limpias, porque esto puede provocar conjuntivitis», dijo. Y ahora en verano, cuando la arena de la playa es susceptible de entrar a los ojos, también hay que tener cuidado. «Las cremas o el cloro de la piscina también afectan. Incluso los aires acondicionados hacen que se sequen muchos los ojos, sobre todo a quien lleva lentillas, por lo que se recomienda usar lagrimeo artificial», explicó Calvo.