La localidad turolense de Aguaviva celebró ayer un año más la antigua tradición de San Agustín, festividad en la que las calles se cubren de alfombras de serrín coloreado que transforman el aspecto del pueblo y le dan por unas horas un aire de cuento infantil.

Se trata de una celebración que recientemente fue declarada de interés regional y que hunde sus raíces en el siglo XV, cuando un incendio destruyó el edificio de la iglesia, pero no así las hostias custodiadas en el sagrario.

A raíz de aquel acontecimiento, cada año se celebra a finales de agosto la procesión del Santísimo Misterio, que discurre por las calles cubiertas de llamativos motivos geométricos y florales que, tras su paso, quedan desfigurados. Prácticamente toda la localidad participa en el diseño de los adornos, en un proceso que dura todo el año y que, el día de la festividad, tiene una duración efímera.