Vista, olfato y tacto son los sentidos más despiertos en los agentes pertenecientes a la Brigada de Policía Científica de la Jefatura Superior de Policía de Aragón y en cuya encomienda está esclarecer si detrás de un incendio hay una mano de hombre y si, además, hay una intencionalidad detrás.

Estos policías especializados, liderados por la inspectora jefa García, acuden al lugar del incendio cuando ya está extinguido y las víctimas, en el caso de que las haya, evacuadas. El escenario al que entran es, inicialmente, hostil, tal y como señalan el inspector del servicio y el subinspector. «Entras a un espacio, si hablamos de una vivienda o una nave, en los que las temperaturas son elevadas, que está totalmente ennegrecido y que, en muchos casos, ha habido un derrumbe como consecuencia del poder de las llamas», apuntan. Ahí entran con sus sentidos activados, ayudados con focos de luz, cinceles y pales con los que recogen muestras que son enviadas al laboratorio situado en Madrid para su posterior análisis. En casos muy puntuales, especialmente por la gravedad de los mismos o por la gran extensión a investigar, estos agentes reciben la ayuda de perros o se utiliza el helicóptero de cara a, por ejemplo, comprobar la estructura.

Acelerantes

La ayuda de estos canes es «fundamental» señala la inspectora jefa García, ya que «están entrenados para detectar acelerantes empleados en un incendio». «En algunas ocasiones es tan simple como que, por ejemplo, había un bidón de gasolina en una zona, pero en otras ocasiones puede detectar el uso de alguna sustancia», apunta.

La utilización de este tipo combustibles no pasan desapercibidos a estos agentes, tal y como resaltan desde esta brigada policial, ya que las sustancias que desprenden pueden ser absorbidas por un azulejo que es enviado a laboratorio. En otras ocasiones las pesquisas sirven para confirmar unos hechos que el supuesto responsable del incendio ha admitido previamente como fue el caso del incendio en una vivienda de La Paz, en el que casi una veintena de vecinos tuvieron que ser evacuados, varios de ellos niños. En ese caso, el presunto autor del incendio, M. O. L., cometió el error de enviar un whatsapp a un amigo en el que le dijo no solo que «la había liado» porque había quemado a su expareja y a sus dos hijos, sino que empleó unas pastillas de barbacoa que lanzó encendidas por las ventanas para hacerlo.

Y es que el trabajo de estos agentes no es nunca autónoma, ya que cuentan siempre con la colaboración de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía y de los bomberos que extinguen. «Es muy importante que los servicios de emergencias nos cuenten qué es lo que han hecho porque en su correcta labor manipulan las pruebas existentes», coinciden en señalar el inspector y el subinspector de esta brigada.

En otras ocasiones, piden la ayuda de técnicos especialistas cuando el origen está en un electrodoméstico. Es lo que ha pasado con el caso del niño discapacitado que murió en el incendio de su casa en el barrio Oliver. La madre afirmó que no encendió el fuego y los agentes quisieron aclarar si una vitrocerámica puede sufrir una combustión espontánea. Los electrodomésticos son uno de los focos de los incendios habituales de viviendas, especialmente, por la utilización de regletas no homologadas. Junto a este tipo de siniestros, otros comunes que acaban investigando la Policía Científica son los que afectan a contenedores, coches o motos y en viviendas. La mayoría son fortuitos, pero cuando detrás hay una mano es bien por un tema económico, pasional o vandalismo.