Pensar, digo, en su acepción de reflexionar, de analizar, de desmenuzar intelectualmente. Hubo un tiempo en el que algunos profes, intelectuales y visionarios se pusieron a darle vueltas a esta tierra. La auscultaron, la diagnosticaron, le prescribieron diversos tratamientos, y así crearon estereotipos y argumentos que han pervivido (a falta de algo mejor) hasta hoy. No digo que dieran en la diana. Desde luego no en todas sus propuestas y recetas. Pero abrieron un debate que permitió articular la lucha por la autonomía y dotar de contenido a la actividad política de los Ochenta y los Noventa. Luego ya no hubo nada. Y en el nuevo siglo, todavía resonaban en los discursos de Marcelino Iglesias y alguno de los suyos lejanísimos ecos de los titulares que cuarenta años antes recorrían las portadas de Andalán. Chunta quiso ser el intérprete más fidedigno de aquel memorial, pero no parece haber sido capaz de desarrollar un nuevo imaginario acorde con los tiempos que corren.

No creo que sea imprescindible ser nacionalista aragonés (¿y cómo se puede ser nacionalista si no se es soberanista?) para tener en la cabeza los problemas y las reivindicaciones de la Tierra Noble. El problema no está en el envoltorio sino en lo que va dentro de la caja. Y ahí sólo quedan ya las cenizas de unas ideas que pretendían ser aragonesistas y progresistas y europeístas y muy democráticas. Convertidas en lugares comunes, dichas ideas se han ido fosilizando. El maíz sembrado en los regadíos ha acabado convirtiendo nuestros campos en la mayor reserva de transgénicos de Europa. La GM todavía es el motor económico de una comunidad que se vendría abajo si en algún momento la multinacional no nos adjudicarán la tanda correspondiente de nuevos modelos. La despoblación avanza y sabemos que Teruel existe porque uno de allí quiso volar la sede de Madrid este mismo viernes. Más significativo aún: el poder, el verdadero poder, sigue en las mismas manos que allá por el 74.

Al margen de algunos proyectos (limitados o fallidos) no hay planteamientos nuevos. Ni parece existir demanda social que estimule su aparición. Cuando advierto la reiteración en los próximos carteles electorales de veteranos incombustibles, o cuando lamento que las iniciativas de intención alternativa carezcan de inquietud (o de capacidad) teórica, no me refiero tanto a las personas concretas como a la situación en sí. Rudi vive en su rancio País de las Maravillas, Belloch se refugia en las consabidas glorias del dosmilochistas. Nadie proyecta su pensamiento hacia el futuro. ¿Qué nos ofrecerán unos y otros (Podemos y Ganemos incluidos) el próximo mes de mayo, cuando nos inviten a votarles? ¿Clichés, folklore, ensoñaciones, mentiras, panfletos...?

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