Hace tiempo que agosto dejó de ser un mes paréntesis. Puede parecer que sí, pero no. Aunque los protagonistas políticos hacen mutis por el foro y se van de vacaciones, los acontecimientos se suceden. Y son acontecimientos de mucho peso, no cositas ligeras para pasar el verano. Es más, los jefes se las vienen apañando para programar procesos y hechos muy conflictivos, de tal forma que alcancen su clímax justo cuando más desentendida y dispersa está la ciudadanía. Ellos se van a descansar con la idea de que al volver ya habrá pasado la tormenta. Es un juego casi infantil, ridículo y mal intencionado.

El 1 de agosto el presidente del Gobierno convocó al Congreso para dar explicaciones sobre lo de Bárcenas. Se choteó a placer del Parlamento y de la ciudadanía... y se fue de veraneo. Ya no ha vuelto a tocar el tema. Ni siquiera cuando su propia secretaria general le responsabilizó del apaño que se hizo con el extesorero del PP para comprar su silencio. Impresionante.

En Aragón, ya saben. El Gobierno quiso convocar (y convocó) las Cortes a mediados de mes para aprobar el Plan Impulso (que, por cierto, le dieron luz verde y ya ni lo han vuelto a tocar). Pero el máximo responsable de la ejecución de dicho plan, el consejero de Economía y Empleo, Francisco Bono, ni vino a las Cortes. Estaba de vacaciones. Después saltó lo de PlaZa, cuando la Policía detuvo a directivos y exdirectivos de dicha sociedad pública que luego fueron imputados. La Fiscalía asegura que podrían haber sido escamoteadados cincuenta millones de euros (ahí es nada). Tampoco en este caso interrumpió su veraneo el consejero del ramo, Rafael Fernández de Alarcón, que además preside el consejo de administración de la controvertida Plataforma Logística. Este organismo no se reunirá hasta el día 30, cuando vuelva el mandamás.

Del conflicto en el transporte público zaragozano, detonado a posta en plena canícula, ya sabemos lo que hay. La consejera-concejala implicada, Carmen Dueso, no está en Zaragoza. Ni el alcalde ni el vicealcalde. Se prepara un enorme follón que afectará a uno de los principales servicios públicos de la capital aragonesa (y que además está rodeado de circunstancias muy poco claras) sin que ningún alto responsable municipal diga esta boca es mía.

Conclusión: no les vamos a negar a los políticos el derecho al descanso. Ni mucho menos. Pero en estos momentos, cuando el Sistema está puesto en cuestión y la buena fama de los políticos y las instituciones anda por los suelos, eso de proyectar los líos para que estallen en agosto y entonces quitarse de en medio es como tirar la piedra y esconder la mano. Así no van a recuperar ni la honorabilidad ni el respaldo popular. Al contrario.