La región Nueva Aquitania se ha propuesto acelerar la suelta de dos ejemplares de osa en el Béarn, en los valles fronterizos con las comarcas aragonesa de la Jacetania y el Alto Gállego. La medida fue sometida a la votación del Consejo de la Cordillera a comienzos del verano y hubo un empate a 15, pero ahora quienes defienden la repoblación de plantígrados consideran que se dan las condiciones para sacar el proyecto adelante.

De hecho, sostienen que las ayudas a la ganadería de alta montaña están condicionadas a la reintroducción del oso, lo que daría un nuevo impulso a un sector que corre el riesgo de desaparecer.

La noticia de la nueva suelta de osos, esta vez en la frontera con Aragón, ha causado conmoción entre los ganaderos del norte de Huesca, que en su mayoría se oponen a esta medida. Sostienen que estos animales pasarán de un país a otro y causarán estragos en los rebaños que pacen en los puertos.

Pero la oposición de los pastores no parece hacer mella en el vicepresidente de Nueva Aquitania, Nicolas Thierry, decidido partidario de la suelta de la pareja de osas. "Es el momento adecuado y además el tiempo apremia", manifestó ayer a los medios de comunicación del departamento de Pirineos Atlánticos.

Los detractores del oso, que alegan que han recogido la firma de 400 ganaderos contrarios a la reintroducción, sospechan que detrás de la prisa del Gobierno socialista de Nueva Aquitania está el miedo a que las elecciones presidenciales del 2017 acarreen la salida de François Hollande y se vean frenados los planes para la repoblación del Pirineo con plantígrados.

En estos momentos, la ministra de Medio Ambiente, Ségolène Royal, tiene en sus manos la posibilidad de acelerar la suelta de las dos osas y recibe presiones de los dos bandos, quienes son favorables y los que se oponen.

En la actualidad no vive ningún oso permanentemente en Aragón. Pero dos ejemplares (uno que habitualmente está en Navarra y otro procedente del valle de Arán) hacen esporádicas incursiones en los montes de Ansó y en la Ribagorza.

En cualquier caso, los ataques de oso a rebaños son cada vez más raros y espaciados, lo que no impide que muchos ganaderos vean con malos ojos la vuelta del plantígrado.