El plante, ruptura institucional o como quieran denominar ustedes a la hostil actitud de la Sociedad Anónima Deportiva Real Zaragoza respecto del Ayuntamiento de la capital aragonesa señala un nuevo récord en el desaforado follón perpetuo que vive la administración de dicha ciudad. Es un símbolo de cómo Aragón no permanece al margen de esa crispación que se extiende por el resto de España y del mundo, combinando el modelo tradicional de confrontación ideológica con las tensiones que provoca la implantación de los nuevos paradigmas: globalización, revolución tecnológica, hegemonía del capital financiero y ruptura de los habituales procedimientos culturales. La gente está perpleja, cabreada y sin saber por dónde irá el futuro inmediato. Por eso reacciona contra un entramado institucional y unos usos democráticos estragados por la corrupción, la demagogia y la impotencia. Zaragoza lleva tres años viviendo una versión local de este desmadre, en un proceso acelerado por el hecho de que gobierna la ciudad una plataforma política y social alternativa, ZeC, que no formó ni forma parte del establishment ni ha logrado (¿sabido?, ¿querido?) alcanzar ningún punto de equilibrio con los poderes fácticos y sus correas de transmisión política.

En el Gobierno de Aragón, Lambán, a diferencia de Santisteve, sí se ha esforzado por sostener una línea pragmática, poniendo alternativamente velas a Dios y al Diablo. Pero tampoco ha impedido que las derechas y sus patrocinadores sociales le hayan perdonado su pertenencia al PSOE, y menos desde la moción de censura que desalojó a Rajoy rompiendo lo que a las gentes de orden les parecía el orden natural de las cosas. Lograr el regreso de parte de los bienes de Sijena o ampliar los mínimos exentos del Impuesto de Sucesiones han sido clamorosos brindis a los tendidos de sombra, pero allí el público sigue siendo hostil. En realidad, el Pignatelli se ha limitado a intentar recomponer los grandes servicios públicos que Rudi y los suyos dejaron temblando, pero sin lograr resolver el problema de fondo, la madre del cordero: una insuficiencia financiera que amenaza con hacer insostenible la gestión de Aragón. En paralelo, la Comunidad sigue sin proyectarse hacia unos objetivos estratégicos que la liberen de la absoluta dependencia de Opel-PSA, modernicen el sector agropecuario y tengan en cuenta la llegada de la cuarta ola del tsunami informático.

Dos factores incrementan la tensión y las líneas de fractura: de una parte, el hecho de que las derechas perdieron en 2015 gran parte del poder institucional en Aragón y luego han sido desalojadas del Gobierno central, lo que las mantiene en un estado de agresividad constante; de otro, la irrupción del trumpismo (o populismo neoconservador, o parafascismo ultraliberal), mascarón de proa de una ofensiva reaccionaria que aspira a controlar el pensamiento y la opinión de las masas convirtiendo la mentira en verdad y viceversa.

Por suerte, podemos suponer que en Aragón, y en el resto de España, aún queda suficiente inteligencia colectiva, calma y buen rollito. Si no, apañados vamos.