No solo los medios de comunicación y la población palestina son testigos de los bombardeos que, desde hace varias semanas, lleva a cabo el ejército de Israel con la declarada intención de acabar con los túneles y escondrijos de los terroristas de Hamas. Entre los que están viviendo el conflicto en primera línea están Carlos García y David Cabrejas, dos aragoneses nacidos en Borja que acudieron como integrantes de una brigada solidaria a Gaza el pasado 6 de agosto. Lo hicieron en calidad de miembros de la Unión de Juventudes Comunistas (UJCE), según comunicó ayer esta organización.

Ambos borjanos han podido vivir durante diez días con las familias que sufren día a día los bombardeos de Israel. "En un principio, cuando planteamos ir a la Brigada no habían comenzado los ataques sobre Gaza, pero esta situación no nos echó para atrás", señala Carlos García.

El 6 de agosto entraron en Palestina 7 brigadistas de la UJCE y el Movimiento de Solidaridad Brigadista, entre ellos los aragoneses. Durante diez días mantuvieron encuentros con asociaciones y visitaron diferentes territorios para cooperar y mostrar solidaridad hacia el pueblo palestino.

Así, visitaron ciudades como Hebrón, Belén o Jerusalén. De la primera les sorprendió, según relata Carlos, el alto número de puestos de control israelíes, algo por lo visto habitual en otros asentamientos. "También nos ha impresionado el gran número de asentamiento de colonos sionistas en el territorio de Cisjordania y su carácter de núcleos de población blindados", comenta.

Belén, relatan, está atravesada por un muro que separa la ciudad del campo de refugiados. Según cuenta el brigadista aragonés, hay un muro en la entrada del campo con el nombre de todos los niños asesinados por Israel, y la fecha de su deceso.

Otra de las cosas que les ha impresionado, ha sido "la familiaridad del pueblo palestino con la muerte de los suyos. Prácticamente toda familia ha tenido o tiene un miembro preso o fallecido. Incluso menores de edad", señala Carlos.

El símbolo de la resistencia palestina es una llave. "Las pintan en murales o en la entrada de campos de refugiados, porque simbolizan las llaves de sus casas, de las que fueron expulsados en 1948". "Prácticamente toda la gente con la que conversamos lo único que quiere es poder vivir libremente, desplazarse con normalidad dentro de sus territorios y al exterior", aseguran.