La Asunción de María, acto de elevación de la Virgen por Dios en su propia inmaculada carne, desde la Tierra al Cielo, se celebra con gran solemnidad cada 15 de agosto. Durante casi toda la Cristiandad, la general creencia de las iglesias consideraba la Asunción corporal de la Virgen como un sentimiento piadoso, aunque no decidido por la Iglesia universal. De manera que no fue hasta 1950 cuando el papa Pío XII promulgó como dogma de fe la Asunción de la Virgen María a los cielos.

Sin embargo, el debate dentro de la Iglesia respecto a tan trascendental asunto venía de lejos. Ya en el tercer Concilio ecuménico de Éfeso, celebrado en el año 431, la Virgen María fue proclamada "Madre de Dios" por los Padres de la Iglesia. Asimismo, tres siglos más tarde, en las Leyes (Capitulares) establecidas por el emperador Carlomagno (742-814) sobre la reforma del Clero, aparecía de nuevo constatada la celebración de la fiesta de La Asunción.

Posteriormente, la celebración de la festividad habría sido también considerada por la Iglesia durante el Concilio de Maguncia, celebrado en el año 813. Dicha ciudad alemana, arrasada por el rey de los Hunos (Atila, muerto en el año 453), había sido precisamente reconstruida por el emperador germánico de Occidente, Carlomagno, quien instituyó allí una gran sede metropolitana. Poco más tarde, durante el papado de san León IV, (muerto en el año 855) la Iglesia instituyó la Octava --espacio de ocho días durante los cuales la Iglesia celebra una fiesta solemne-- dedicada a La Asunción de la Virgen María.

En cuanto a la Iglesia de Oriente, dicha celebración se habría establecido, según algunas fuentes, bajo el emperador Justiniano (483-565), quien mandó edificar la imponente iglesia de Santa Sofía, en la actual ciudad de Estambul. No obstante, y según otras fuentes, la Iglesia cristiana de Oriente no habría empezado a celebrar La Asunción de la Virgen hasta la llegada al poder del emperador Mauricio (539-602). Este habría decretado durante su mandato la celebración oficial de la festividad, durante el tiempo en que la silla papal estuvo ocupada por San Gregorio, el Grande (540-604), cuyo nombre habría de quedar para siempre en la Historia de la Iglesia Católica por su infatigable lucha por la abolición de la esclavitud, la reforma de la Liturgia romana y la propagación del canto gregoriano.

No obstante, y tras interminables titubeos, no sería hasta el siglo XII cuando se habría de consolidar la celebración de La Asunción de María en las respectivas iglesias del Imperio romano de Oriente, y el Germánico de Occidente. Hecho que se constata, por ejemplo, en las Cartas de San Bernardo de Clairvaux (1091-1153) a los canónigos de León: "Dad a María las alabanzas que la pertenecen, pues después de Dios y de Jesus-Christo, es nuestra esperanza, nuestro consuelo y nuestra vida". Asimismo una posterior ley del emperador de Oriente, Manuel Comneno (1143-1180), oficializaría su celebración.

UN AÑO de especial relevancia en cuanto a la institucionalización de la festividad de La Asunción de la Virgen, fue el de 1159 (año 5 del emperador Federico I y 17 del emperador Manuel Comneno) en que Alejandro III fue consagrado con la corona pontifical. Con el nuevo papa, la festividad de La Asunción iba a adquirir un nuevo y especial significado debido a un hecho de armas: Fue así que, una vez manifestadas las aspiraciones del emperador Federico I por ostentar su soberanía sobre los Estados de la Iglesia, el papa Alejandro III se opuso a sus deseos, liderando contra él al ejército de la Liga Lombarda. La batalla decisiva para la victoria del papa, tuvo lugar el 15 de agosto (festividad de La Asunción) de 1176 en la ciudad italiana de Legnano, en la que el emperador quedó derrotado por el ejército papal.

Surgió entonces la leyenda de que Barbarroja, vencido y despojado de su dignidad imperial, se arrodilló ante el papa, Alejandro III, en la iglesia de San Marcos de Venecia. Según esta misma leyenda, el papa habría puesto su pie sobre la cabeza del emperador Barbarroja al tiempo que pronunciaba las palabras del Salmo: "Andarás sobre el áspid y el basilisco y hollarás con tus pies el león y el dragón", a lo que el emperador contestó: "No tú, sino Pedro", replicando a su vez Alejandro: "Pedro y yo".

El caso, es que, victorioso, y en conmemoración del día de La Asunción, en el que había obtenido su victoria, el papa Alejandro III decretó que quienes "contritos y confesos" llegasen a la Iglesia en tal día, conseguirían plenísima redención de sus pecados, y dentro de la Octava, el perdón de la séptima parte de los mismos.

A día de hoy, la celebración de "la Virgen de agosto", es fiesta en miles de pueblos y varias comunidades autónomas. Una festividad que llega mediado el mes de agosto, tradicionalmente el mes de la recolección y por tanto de la alegría por la cosecha. Así la Asunción se adorna con gentes enfundadas en vestidos de gala, procesiones que huelen a rosas y albahaca, y manifestaciones que, de hondo sentimiento religioso, no celebran sino la inmensa alegría de vivir.