La autopsia practicada ayer al pequeño Andrei, el niño con parálisis cerebral que falleció la noche del pasado sábado en un incendio en su casa del barrio Oliver de Zaragoza, confirmó que la causa de la muerte fue la asfixia por el humo, no el fuego en sí. El cuerpo del menor estaba afectado por el calor de las llamas del incendio originado en el salón-cocina donde se encontraba, pero no llegó a ser quemado, según fuentes consultadas.

La muerte del niño fue pues la menos dolorosa posible en estas circunstancias, aunque probablemente sea escaso consuelo para la madre, que había dedicado los últimos nueve años exclusivamente a hacerse cargo de él, sola. Irina N., según confirmaron fuentes de la DGA, se aloja con unos vecinos, atendida además por dos psicólogos del 112 expertos en catástrofes y emergencias.

Los vecinos del bloque de viviendas sociales del barrio ya formaban una piña, según coincidían ayer, y han intensificado su apoyo a la madre en este duro trance. Ayer, una vez practicada la autopsia en el Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), la acompañaron al Juzgado de Guardia para cumplimentar los trámites para trasladar el cuerpo del pequeño a Rumanía, de donde procede.

El bloque donde anteayer, poco después de las 21.00 horas, se declaró el incendio, está ubicado al final de la calle Antonio Leyva, junto al centro de salud. En las antiguas viviendas sindicales se erige el bloque de pisos de alquiler social muncipal al que casi todos los actuales residentes, según explicaba una de las vecinas del segundo piso, Milagros, se trasladaron en el 2008.

«Ya hace nueve años que el ayuntamiento nos entregó las llaves a los 38 vecinos que estamos, y la verdad es que somos como una gran familia», explicaba la mujer, apesadumbrada por el destino del niño. «Un hijo es un hijo, no me imagino cómo lo tiene que estar pasando», contaba.

Las catástrofes de este tipo suelen verse rodeadas de fatídicas casualidades, y esta no fue una excepción, según explicaba Feliciana, otra vecina del mismo rellano con la que la madre tenía una especial relación. «Yo he sido como una madre para ella», afirmaba.

Según contaba la mujer, Irina ha sido «una madre ejemplar», consagrada al cuidado de su hijo desde que llegó con él, un bebé, ya aquejado de la parálisis cerebral. Del padre nunca se ha sabido nada, «ni he preguntado, que en esas cosas no hay que meterse», opinaba la vecina.

ACOMPAÑADA

Irina vivía de la ayuda por la gravísima minusvalía del niño y estaba dedicada todo el día a él. Feliciana y otra vecina, María, la ayudaban en lo que podían, desde acompañarla a pasear con la silla del niño hasta cuidarlo cuando ella tenía que salir a comprar, o bajar a alguna clase al centro social que alberga el inmueble. «Yo me lo siento aquí en el sofá y le digo mi novio, y él se ríe», recordaba la mujer, aún hablando en presente. «Pero su madre lo tenía como un rey en la casa, hecho un pincel».

Pero anteayer por la noche, Feliciana había salido y María, de vacaciones, tampoco estaba, para vigilar a Andrei. E Irina al parecer tuvo que salir a comprar un momento, y se desató el fatal incendio. Las causas del mismo todavía están bajo investigación de la Policía Científica, pero dado que se originó en la cocina, todo apunta a algún utensilio olvidado en el fuego.

El grupo de Homicidios de la Policía Nacional y el Juzgado de Instrucción número 12 -de guardia-, en cualquier caso, sigue investigando el siniestro, como toda muerte no natural.