Con la entrada en funcionamiento, ayer, de un tramo de 16,3 kilómetros entre Binéfar y Almacellas, la unión por autovía entre Huesca y Lérida está casi terminada. Pero ese casi puede costar mucho tiempo. Los escollos son pocos, pero de envergadura. El más importante es que el tramo inicial entre la capital oscense y Siétamo, de 12 kilómetros, todavía se encuentra en fase de redacción del proyecto.

La causa es que, en un principio, el trazado de la autovía pasaba muy cerca de las ruinas del castillo de Montearagón, por lo que recibió una declaración de impacto ambiental negativa.

El siguiente problema se encuentra en Almacellas, en la provincia de Lérida, donde se hallan pendientes de terminación 9,8 kilómetros de la variante de la localidad. Está previsto que los trabajos acaben en una fecha indeterminada del 2012, pero lo cierto es que apenas se ve actividad en la zona en obras.

Esta situación ha convertido el paso por Almacellas en un auténtico cuello de botella, pues el tramo catalán de la A-22 canaliza a diario entre 15.000 y 20.000 vehículos, una cifra muy superior a la que se registra en Aragón.

Hasta la fecha se ha completado algo más del 80% del trayecto entre ambas capitales de provincia, por lo que una quinta parte de la longitud del nuevo trazado todavía no se ha transformado en autovía.

PASO LENTO La A-22, que mide en total 107,2 kilómetros, ha ido avanzando a paso lento e incluso le afectó la paralización decretada por Fomento en agosto del pasado año, lo que contribuyó a alargar los plazos previstos para la construcción. Con todo, pese a los contratiempos, gran parte del recorrido entre Huesca y Lérida se hace en la actualidad por autovía y no por la antigua carretera N-240, que ha quedado relegada a vía de servicio y de enlace entre las localidades asentadas en sus inmediaciones.

Con anterioridad al tramo que va de la variante de Binéfar a la de Almacellas ya se abrió al tráfico el comprendido entre el río Alcanadre y Ponzano, de 4,4 kilómetros, lo que permitió viajar de forma más rápida y segura entre Siétamo y Monzón. Las obras realizadas en esta zona se habían retrasado debido a la aparición de una sima que obligó a modificar el proyecto.

500 MILLONES La A-22, que ha supuesto una inversión cercana a los 500 millones de euros, empezó a construirse en el 2006 y el primer tramo en entrar en servicio, en julio del 2008, fue la variante de Monzón. Posteriormente, en enero del 2009, se abrió otro entre el pueblo de Ponzano y el monasterio de El Pueyo.

La A-22 es una pieza esencial en el eje Cantábrico-Mediterráneo que parte de San Sebastián y termina en Barcelona y Tarragona, pasando por Navarra, la provincia de Huesca y Lérida. Esta vía, que sigue el recorrido de la N-240, discurre más al norte que el eje que une los dos mares por Zaragoza, pero mide 45 kilómetros menos.

Es previsible que, cuando el eje esté terminado en su totalidad, canalizará una parte importante del tráfico industrial y turístico que en la actualidad sigue la autopista del Ebro y la congestionada N-232. Sin embargo, aún falta mucho por hacer. La A-21, entre Pamplona y Jaca, solo tiene abiertos al tráfico rodado los tramos más próximos a la capital navarra.