El Ayuntamiento de Cadrete ha solicitado al Instituto Aragonés de Gestión Ambiental (Inaga) permiso para habilitar una balsa de 20 metros cuadrados con el fin de que las cabras montesas que pueblan los montes de su término no se vean forzadas a bajar a las calles de la localidad en busca de agua.

Estos ungulados se ha convertido en visitantes habituales de las zonas verdes, donde no es difícil verlos a primera hora de la mañana junto a las fuentes y comiendo los restos de comida que hay por el suelo, desde frutos secos a golosinas y bocadillos sin acabar.

«Se alimentan de hierba y les atrae el verde del césped de los parques», explica Juan Jesús Gracia, concejal del PAR en el consistorio de Cadrete. «Las cabras montesas no causan ningún daño y lo cierto es que cada vez les asusta menos la presencia de seres humanos», añade.

Las cabras montesas, que llegaron hace algún tiempo de la sierra de Herrera, al sur de la provincia de Zaragoza, se desplazan en grupos más o menos numerosos «y la gente se ha habituado a verlas y no siente miedo», indica Gracia.

Con todo, el concejal subraya que se trata de ejemplares muy desarrollados y que, en el caso de los machos, tienen una gran cornamenta. «De momento hacen gracia y nunca ha pasado nada, pero no está de más tomar precauciones», advierte.

La proliferación de esta especie, pero también la de corzos, zorros y jabalís, ha traído consigo la aparición de cazadores furtivos a las puertas de Zaragoza, pues Cadrete solo dista 16 kilómetros del centro de la capital aragonesa.

SIN OBSTÁCULOS // «Nuestro casco urbano está muy cerca de la Plana, un espacio natural y agrícola muy extenso en el que estos animales no tienen depredadores», indica Gracia. Además, agrega, en esa zona tampoco se encuentran con obstáculos que les impidan el paso, ya sean urbanizaciones, polígonos industriales o vías de comunicación.

Estas circunstancias convierten a Cadrete en un lugar habitado al que las cabras montesas llegan con bastante facilidad. Bajan de la meseta situada a espaldas del pueblo por las laderas del castillo, deambulan por las calles rebuscando en la basura y se presentan en cualquier lugar donde puedan pastar y calmar la sed, pues en la Plana no existen manantiales y los barrancos están secos de forma permanente.