"Él y mi abuela siempre tuvieron las maletas preparadas para el momento en el que pudiesen volver", relataba ayer la nieta de Francisco Azorín, Rosa del Carmen, durante la inauguración de la exposición que homenajea la vida y obra de su abuelo, titulada De vuelta a casa. Francisco Azorín, el turolense errante. Esta exposición itinerante, organizada por la Fundación Amantes de Teruel, llega a la Biblioteca de Aragón de Zaragoza después de haber pasado por el claustro de San Pedro de Teruel y Cella.

Francisco Azorín, del que el pasado 12 de septiembre se cumplían 130 años de su nacimiento, fue una persona destacada en las primeras décadas del siglo XX cuyo recuerdo y memoria histórica fue borrada por la dictadura franquista, habiendo permanecido oculta para la sociedad aragonesa hasta fechas muy cercanas. "Siempre deseó volver a España pero nunca pudo hacerlo", continuó su nieta, que vive en México. "Con esta exposición lo ha conseguido finalmente".

"Toda la familia agradecemos la inmensa labor que se ha hecho desde Aragón por intentar recuperar su figura, estoy impresionado por descubrir cosas de mi abuelo que no sabía", opinó Ernesto Azorín, que acudió a la cita desde Luxemburgo, donde reside actualmente, acompañado de su hijo Sebastián, bisnieto del turolense.

La muestra se compone de trece paneles divulgativos que ofrecen un profundo recorrido por la trayectoria humana, profesional y familiar de Azorín, complementado con diversas publicaciones en torno a su persona. El objetivo, según sus organizadores, es homenajear, reivindicar y recuperar del olvido una figura prácticamente desconocida en Aragón y, sin embargo, muy reconocida en México.

Francisco Azorín Izquierdo es considerado como una de las grandes personalidades turolenses del siglo XX y un referente del exilio republicano en América tras la guerra civil española. Nació en la localidad turolense de Monforte de Moyuela en 1885 y falleció exiliado en Ciudad de México, en 1975.

Fue, además de escritor y humanista, un destacado arquitecto y político que desarrolló la mayor parte de su actividad profesional en Córdoba, donde se asentó sin perder los vínculos con su Teruel natal a pesar de la distancia. Desarrolló una intensa actividad política en el PSOE, tanto como concejal y diputado provincial como parlamentario en las Cortes Constituyentes de 1931.

Especialista de referencia internacional en el idioma del esperanto, escribió varios libros y numerosos artículos en prensa, siendo elegido en 1924 académico de número de la Real Academia de Bellas Artes y Nobles Letras de Córdoba. Durante la guerra civil desempeñó cargos de responsabilidad para el Gobierno de la República española.

Persona de referencia del exilio republicano español en México, la última obra que acometió con casi 90 años fue el monumento de los exiliados a Lázaro Cárdenas en el parque España de México DF, un proyecto conjunto de su hijo Ángel, su nieto Telmo y él mismo, que hoy en día simboliza, con una gigantesca mano abierta tendida que da acogida, el drama de los refugiados y desplazados en todo el mundo.