Esta primavera leí que el color amarillo se imponía. Decían las revistas que se convertía en el tono "ultra trendy" de la temporada. Nos daban consejos (a las mujeres, por supuesto) para que nuestro look amarillo fuera moderno y sofisticado. Y nos mostraban cómo combinar este color. Algunas señalaban que el amarillo en estado puro puede irritar y que había que tener cuidado con las mezclas. El jueves pasado, en Barcelona, todas, no sé si todos, pudieron al fin resarcirse del gasto cobrando sentido esos euros invertidos en camisetas amarillas.

Algunos iban estupendos con modelos sin duda estilosos: sus gafas de marca, su tono bronceado, sus pantalones semicortos y sus camisetas amarillo mostaza, que no canario. Los pantalones, en colores adecuados, que mejor maridan con el amarillo, según los estilistas. Esto los pijillos, que no todos los pijos vienen de Madrid; pero también está esa especie de seglar activista, de pelo corto, normalmente canoso, de estilo funcional y dinámico y de edad indefinida: entre los cincuenta y los setenta. Esos, con toda su prole, porque la familia iba al completo, niños, abuelos y perros incluidos, también sacaron sus amarillos. Tonos y formas que recordaban a otras épocas rojeras. Estas familias de "buen rollo", armoniosas, cantarinas, con sus camisetas amarillas parecían (si no fuera por la profusión de banderas) haberse trasladado de concentraciones pretéritas del "No a la OTAN y bases fuera". Faltaban los hipsters y los gafapastas, ya saben ellos que el amarillo no mola, estarían todos trabajando, escribiendo algún post ingeniosillo.

Y tampoco olvidemos que el verano es bastante ordinario. Vulgarzote. Las carnes se relajan y todos nos idiotizamos un poco despojándonos del ropaje. Llevamos escasamente diez días reincorporados al mundo laboral, aún no nos ha dado tiempo a civilizarnos y seguimos con ganas de fiesta. Pues así, en amarillo, morenitos en general, y con tintes rojos salieron de sus casas en Catalunya para celebrar. Una niña rubia regordeta de unos tres años llevaba sus coletas con sendos lazos amarillos y rojos, la cara pintada también con ambos colores, un traje-babi de colegio rojo y amarillo, le daba la mano a su madre feliz y contenta. Este febrero, para carnaval podemos ponernos ya el traje de independentista, porque el de catalana tradicional, ya está inventado ¿no?

Las sevillanas se enfadan si les dices que van disfrazadas. Replican que van "vestidas", que no llevan ningún disfraz, sino un vestido de feria. Pues arriba y en la costa mediterránea, lo mismo: vestidos de amarillo y de feria. Eso sí, al ritmo de la rumba catalana. Vamos que el jueves pasado, Los del Río habrían tenido que alterar la letra de su canción, porque el color especial, por una vez al menos, lo llevaba Barcelona.