Al final, tras mucho tira y afloja y un amago de romper la baraja, el alcalde de Zaragoza aceptó seguir negociando los próximos presupuestos municipales dejando aparcado (de momento) el tema de los grandes eventos

Gran concesión, vista la importancia que Juan Alberto Belloch concede a esas colecciones de fuegos artificiales (Expo-paisajes, capital cultural, Juegos Olímpicos de Invierno) en las que se quema alegremente la pólvora del rey (¡tan escasa ahora!). Pese a todo, el regidor cesaraugustano no renuncia a colar como sea una partida destinada a mantener vivos tales proyectos. Porque aquí lo importante es seguir con el boato y la postura. Y si no llega el dinero, se estira... o se inventa.

Al parecer, los gobernantes de Aragón y de otros lugares de España están presos de las expectativas que habían sembrado. La crisis tiene en jaque a nuestro país, pero quienes han presumido de montar saraos (cuanto más gigantescos mejor) piensan que perderán todo crédito político y electoral si ahora se apean del caballo. Pagando la deuda pública a intereses superiores al cinco por ciento, el margen es cada vez más pequeño. Mas... ¿cómo le explicas a la gente que se acabaron las maravillas?, ¿cómo reconoces ante el respetable que tanto tirar la casa por ventana era una pasada, un gasto innecesario y en última instancia un error?

El caso es que Belloch plantea (ante según qué auditorios) un discurso razonable, admitiendo el carácter sistémico de esta crisis y la necesidad de abrir una nueva etapa en la administración de las instituciones. ¿Por qué no es consecuente con tan obvia teoría?

Echar marcha atrás es algo que se les atraganta a los políticos con mando en plaza. Sólo hay que ver la patética actualización del asunto Gran Scala que el Heraldo ha llevado a cabo para echarle una mano al Pignatelli despejando esta incógnita antes de que estallase en vísperas electorales. El caso es no admitir que lo de la neociudad del juego y el ocio nunca fue real. Cualquiera que sepa leer pudo enterarse (hace ya mucho tiempo) de que sus promotores, los socios de ILD, se llevaban entre manos un evidente negocio de expectativa al que le pensaban sacar una pasta revendiéndolo en el mercado del pelotazo imaginario y dejándolo colgado antes de irse a montar otro tinglado. Es cierto que el Aragón oficial y el Aragón oficioso (medios de comunicación incluidos) se tragaron el cuento (o fingieron tragárselo) y respaldaron ante la opinión pública una quimera que sólo sedujo a los crédulos, a los interesados y a los simplemente idiotas. Gran Scala ha retratado de cuerpo entero a esta Comunidad y a sus jefes, y no hemos salido muy favorecidos que digamos.

¿Es todo culpa de la crisis? No, amigos míos, con crisis o sin ella las majaderías son majaderías. A ver si nos enteramos.