El alcalde 3Belloch1 ha descubierto al fin que el núcleo duro y fundamental de Zaragoza está en la ciudad consolidada (que por cierto no es sólo el Centro y su Ensanche, sino también los barrios tradicionales). Sea bienvenido a la lógica elemental de la estrategia urbana. Su 2conversión1 es producto de evidentes imponderables (el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y la asfixia financiera), pero aun así es un paso positivo. Claro que atrás queda lo que queda: las consecuencias de una expansión temeraria (la capital aragonesa es hoy una de las grandes urbes con mayor stock de vivienda vacía), encarnada en esos barrios de la periferia que ahora se van a quedar colgados o casi, con servicios precarios o inexistentes, una calidad de vida manifiestamente mejorable y un vecindario frustrado e iracundo (con razón).

Belloch quiere mirar hacia adentro y propone cambios que volverán a enfrentarle con la derecha política y social, que sólo entiende Zaragoza como expresión de los modelos desarrollistas de hace cincuenta años. El alcalde nunca acabó de comprender que una ciudad del siglo XXI (véanse los ejemplos que ofrece el resto de Europa) necesita reorganizarse en función de nuevos paradigmas, que ya no son el coche, las avenidas de múltiples carriles, los falsos emblemas, los eventos y el pelotazo urbanístico como mecanismo de crecimiento sin límite ni sostén posible. Pero lo cierto es que muchos de los zaragozanos de pro también andan muy desnortados al respecto. Desde los comerciantes que contra toda evidencia se oponen a las peatonalizaciones (¿no han funcionado de maravilla en calles tan dispares como Delicias o Alfonso) hasta los viandantes, conductores y ciclistas incapaces de convivir con redes de tráfico 2múltiples1 (algo que es de uso común al norte de los Pirineos), miles de vecinos quieren que todo siga igual, abominan de las transformaciones, se aferran al automóvil como tótem imprescindible, reclaman aparcamientos subterráneos que luego no utilizan y miran con microscopio cada incidente que tenga al tranvía como protagonista mientras ignoran las decenas de accidentes, fallos y transgresiones que se producen a diario en la circulación 2normal1 (heridos por atropellos y colisiones de vehículos a motor, lesionados como consecuencia de frenazos y bandazos de los autobuses, conductores ebrios, peatones insensatos y ciclistas al sprint).

Este gobierno municipal que rige Zaragoza ha ido dando bandazos sin determinar un modelo de ciudad (en eso tiene razón la por otro lado desquiciada oposición conservadora). Ojalá la fuerza del destino le ponga de una vez en el buen camino. Quizás sea mucho pedir. Pero por soñar, que no quede.