Hace años, en un viaje por el Índico, recalé en Mombasa y me quedé algún tiempo con idea de escribir una novela. Por las noches iba a un café, el Big Mamma, donde sonaba música afroamericana. Lo había fundado un blanco loco por el jazz y por Willie Mae Thornton, cuyo alias artístico le inspiró el nombre del establecimiento.

Por eso ahora recibo asombrado el último libro de Noemí Sabugal, Una chica sin suerte (Ediciones del Viento), dedicado, precisamente, a la memoria de la gran Willie Mae, la auténtica Big Mamma.

Grande en todos los sentidos, pues su centenar y pico largo de kilos la convertían en una presencia difícil de olvidar. Tampoco su voz era fácilmente prescindible, y probablemente ninguno de los aficionados europeos que asistieron a su gira en 1965 olvidarían aquel sonido melódico y salvaje procedente del delta del Misisipi, y de la semilla de África.

Una chica sin suerte mezcla la crónica con la narrativa más novelesca para invitarnos a acompañar a Big Mamma en su gira musical por una decena de ciudades europeas, de Ginebra a Barcelona, de Belfast a París.

Estamos en 1965, Nat King Cole acaba de morir, la sangre derramada de Kennedy todavía está fresca, en Estados Unidos estallan los conflictos raciales y Europa intenta dar calor a su identidad entre las heladas cortinas de la guerra fría. La mirada de Big Mamma se irá posando por todos esos puentes y teatros, aeropuertos y edificios, tratando de asimilar la sobredosis de cultura y civilización sobre sus genuinas herramientas melódicas. Los músicos que la acompañan eran semianalfabetos. Tocaban de oído, pero con tal sentimiento y profundidad que su huella iba a perdurar en el Viejo Continente, desde el nacimiento de nuevos festivales de jazz a su influencia en grupos como los Rolling Stones.

Como si fuera su diario, la novela nos revela el corazón de Willie Mae, sus complejos, a causa de su obesidad, y su manera de enfrentarse a ellos. También su manera de relacionarse con los hombres, a los que, por una parte, impresiona, y por otras repugna.

Un libro conmovedor, muy original, y una historia de contrastes, de infiernos y glorias, bien planteada por esa excelente escritora que es Noemí Sabugal. Una chica con suerte, por haber contado para este trabajo con un editor como Eduardo Riestra.