El servicio Bizi irrumpió en Zaragoza en mayo del 2008, un mes antes de la celebración de la Expo, como un fenómeno llamado a revolucionar la movilidad urbana en la ciudad. Se trataba de poder realizar desplazamientos cotidianos con una bicicleta que poder coger y dejar en estaciones repartidas por diferentes puntos de la capital y hacerlo con un abono anual que, además, se lanzó a muy bajo precio. El boom fue inmediato, rápidamente se agotaron los abonos y las 30 estaciones y 300 bicis con las que se estrenó pronto se quedaron escasas. Zaragoza quería más y más. Nada entonces hacía presagiar la situación actual, en la que no solo no atiende las peticiones de los distritos que no lo tienen sino que le es imposible crecer. O en la que hay más de 15.000 abonos disponibles que no tienen dueño, una cifra que no para de aumentar.

Su implantación, al calor de lo hecho en otras capitales en España, tenía como principal novedad que al ayuntamiento le iba a salir totalmente gratis. La adjudicataria, Clear Channel, se ocuparía de la instalación y la explotación, y asumiría todo el riesgo. Y es que se sostendría con dos fuentes de ingresos: los abonos de los usuarios y la publicidad, comercializando los soportes que el contrato les permitiría. Se trata de una fórmula distinta a ciudades como Madrid o Barcelona, que no estaba preparada para la crisis económica. Aunque el consistorio no puede mirar hacia otro lado. Garantizar la supervivencia del servicio no es cosa solo de la empresa, mientras los distritos que no tienen Bizi no dejan de pedirlo.

Así, las estadísticas en su primera década de funcionamiento vienen muy marcadas por fechas clave, la mayoría de forma negativa. Los factores externos, e inesperados, han mermado el uso y reducido el número de abonados en una concesión en la que los usuarios aportan «en torno al 40%» de los ingresos necesarios. La publicidad, el 60% restante. Eso, en un contexto de crisis, lo complica todo.

En el caso del Bizi, la prohibición de circular por las aceras, impuesto por sentencia judicial en el 2014 obligó a modificar la ordenanza municipal que regula la circulación de las bicis por Zaragoza. Resultó un golpe insalvable en su línea de flotación. En septiembre de ese año entró en vigor el fallo del Tribunal Superior de Justicia de Aragón (TSJA), que impedía ir por zonas peatonales, zanjó el conflicto entre ciclistas y peatones y devolvía la norma a lo que establece el Reglamento General de Circulación, que sigue, aún hoy, sin actualizarse y adecuarse a la nueva movilidad de las ciudades, tras la irrupción con fuerza de la bici. Y con ello empezó el declive del servicio.

No hay más que mirar a la estadística para constatar que el cambio ha sido incontestable. En el 2011, Zaragoza empezó a contar con las 130 estaciones y 1.300 bicicletas que tiene ahora. El crecimiento fue meteórico. Empezó en el 2008 con 30 y 300; en abril de 2009 se sumaron 40 terminales y 400 bicis más; otras 30 y 300 solo seis meses después, en octubre; y siete antes de lo que estaba previsto hacerlo, en la tercera fase de ampliación que contemplaba el contrato con Clear Channel. La última expansión era posible con una modificación del mismo, que trajo consigo en mayo del 2011 otras 30 estaciones (y 300 bicis), a costa de ampliar la duración hasta el 2023, fecha de vigencia actual de la concesión.

Así, en ese 2011 se establecía el récord de usos en el Bizi Zaragoza, con 3,31 millones de desplazamientos contabilizados en un año, a una media de 7,84 usos por bici al día y con 38.732 abonados. En solo tres años, casi se duplicaban los registros iniciales, los 23.634 en el primer año completo, del 2009, reportaban 2.093.917 usos. Se alcanzaba con rapidez una cúspide desde la que luego no se ha parado de bajar.

Descendió de forma acompasada a una polémica, la de la prohibición de las aceras, que hasta el 2014 no se hizo definitiva, tras tres largos años de indefinición. La primera sentencia amenazaba con expulsar a los ciclistas de las zonas peatonales y llevarles a una calzada a la que muchos usuarios aún no han perdido el miedo. Y Zaragoza, mientras, disponía de una red de carriles bici segregados de la circulación de los coches que era insuficiente.

Así, en esos tres años, del 2011 al 2014, la disminución fue progresivamente a menos y se pasó de los 3,31 millones de usos anuales a los 2,86 alcanzados en el 2014, año en el que se tuvo que cambiar la ordenanza. Y poner fin al uso de la acera. Con ello, los datos del servicio caerían en picado hasta hoy, que en el último año contabilizado, el 2017, se ha llegado a los 2.002.393 usos, a 4,37 desplazamientos por bici al día, muy lejos de esos 7,84 de promedio del 2011. En el total, hoy Zaragoza suma 1,3 millones menos de viajes realizados con la bicicleta pública. La prohibición de las aceras se ha cobrado un tercio de la actividad del Bizi.

Con respecto a los abonos, la evolución sigue esta misma línea. El crecimiento inicial, casi exponencial, llevó a la empresa a mantener de forma constante en los primeros tres años a más de 16.000 personas en lista de espera. De hecho, llevó al ayuntamiento a limitar la posibilidad de obtenerlo solo a los empadronados. Las peticiones superaban la oferta disponible y rápidamente los 15.450 abonos del 2008 pasaron a ser 38.732 en el 2011 histórico. El récord llegó un año después, alcanzando los 38.887.

Solo un 17% de las bajas // Otra cima de la que ha caído con estrépito. No solo porque ha desaparecido la lista de espera, sino porque ni abriendo la puerta a los no empadronados conseguió evitar la caída. En el 2017 se cerró con 23.835 abonos, 15.000 menos que en el 2017. Y el cambio más abrupto se dio cuando se hizo oficial la prohibición de las aceras, al pasar de los 33.628 del 2012 a 28.005 al año siguiente.

Así que la ampliación que el ayuntamiento quería en el 2011 para atender la lista de espera, ahora es necesaria para aumentar la red, los usuarios y los ingresos. La propia supervivencia del Bizi. Y se planteó hacer con 120 estaciones más, llegando a las 250 totales y 2.500 bicis, pero el Tribunal Administrativo de Contratos Públicos de Aragón (TACPA) lo paralizó el año pasado, a petición del PP, cuando ya tenía instaladas cinco nuevas en el distrito de Casablanca. Y ahí están ahora, montadas y clausuradas.

La previsión era de ir incrementando la red en 40 estaciones al año y 400 bicis. El 2020 era el año de llegar a toda Zaragoza. Y así llegar a distritos como Torrero-La Paz, Las Fuentes, San José, Oliver-Valdefierro, Miralbueno... que siguen esperando desde el 2008 la llegada del Bizi. Con escaso éxito.

Pero el servicio ya no puede crecer más, por una cuestión legal, y así se quedará al menos hasta que venza, en el 2023. Pero esta ampliación no llegaba solo con más terminales y bicicletas. Añadía como mejora la sustitución del teléfono de atención al usuario por una línea fija gratuita -ahora es un 902-, el cambio para los abonos temporales que se activan con el teclado por una nueva tarjeta que sería desechable, la incorporación de anclajes antivandálicos (acostumbrados a sufrir desperfectos) y la ampliación del horario a 21 horas diarias y todo el año.

Curiosamente, la concesionaria ha realizado varios sondeos entre sus abonados referidos a esta posible ampliación y los resultados son sorprendentes. El 59,05% de los usuarios aseguran que estarían dispuestos a pagar más por el abono por ampliar la red de estaciones (un 36,44% se opone). Algo que no sucede, por ejemplo, con aumentar el horario, algo por lo que solo lo haría el 44,49% de los abonados y el 49,7% se opone; o por el teléfono gratuito, algo que se viene reclamando desde su implantación y por lo que solo el 23,27% de los abonados pagarían más.

Mientras, los abonados siguen descendiendo en el Bizi y es el contrato el que le impide crecer. Y lo más curioso es que solo el 17% de las bajas que se producen se achacan al cambio de normativa, a la prohibición de ir por las aceras. Así se desprende de los datos que maneja la propia empresa, que evidencia que el principal motivo por el que se dan de baja, en el 45% de los casos. se debe a que no le dan el uso esperado. El precio solo está detrás del 5,64% de las bajas y el mantenimiento de las bicis lleva a quitárselo al 2,71% de los casos.