Un niño de 13 años se llevó ayer un susto considerable cuando pasaba con un grupo de amigos por las riberas del Ebro en Zaragoza a la altura del barrio de Vadorrey. En cuestión de segundos se vio atrapado en el fango, que le cubría hasta la cintura, cuando fue a por un balón de fútbol que se le había caído desde la senda de la orilla. El menor tuvo que ser rescatado por un miembro del cuerpo de Bomberos de la capital aragonesa, que acudió al lugar a las 18.10 horas alertado por los vecinos, que llevan días avisando de que este tramo «es peligroso».

Así lo expuso el presidente de la asociación de Vadorrey, Pablo Polo, que llegó a grabar en vídeo el rescate, mostrando las enormes dificultades que padeció el bombero durante el rescate. Con medio cuerpo sepultado en el fango, este tuvo que ir retirando con sus propias manos el barro que mantenía al pequeño inmóvil y sin poder escapar.

«El ayuntamiento debería actuar cuanto antes. Esta zona es realmente peligrosa, pasa mucha gente por aquí y esta vez hemos tenido la suerte de que el niño ha caído de pie. Si llega a caerse de bruces, quizá el resultado sería muy distinto. No podemos esperar a que pase una tragedia», argumentó Polo. El presidente de la asociación vecinal se mostró muy reivindicativo por lo que considera que está en el origen del problema que se da en esta zona concreta del Ebro a su paso por Zaragoza: la avería sin reparar del azud, situado a escasos metros de donde el niño se quedó atrapado ayer por la tarde. De hecho, por la mañana se había debatido sobre esta cuestión en el ayuntamiento, entre los colectivos que defienden que se repare la compuerta que sigue estropeada y abatida, y quienes urgen repensar su utilidad.

ZONA MUY TRANSITADA // El tramo del río donde sucedió el accidente ayer es, efectivamente, muy frecuentado por los viandantes que recorren la ribera. Y, además, lo hacen en mayor número en estos días de buen tiempo. Pero, además, es una zona en la que, habitualmente, los vecinos y visitantes se acercan al río. Aunque lo habitual hasta ahora era que esa parte embarrada estuviera cubierta de agua, por la represa que mantenía una lámina estable. Incluso algunos aficionados a la pesca se apostaban en la orilla para practicar este deporte.

Por eso, Polo consideró que, quizá, el menor se habría confiado y pensó que la superficie era firme, de tierra como la que han aparecido en buena parte del cauce por el estiaje. Por lo menos, no hubo daños que lamentar.