Acaba de fallecer Miguel Ángel Bordejé. Y apenas ha aparecido una esquela y nula información. Probablemente les sonará el apellido por el cava de Ainzón que lleva su nombre, pero su trascendencia va mucho más allá. Perito agrícola de formación, fue uno de los modernizadores del vino en Aragón.

Responsable del primer vino embotellado de manera moderna en esta tierra, allá por el año 1962, cuando la inmensa mayoría del vino se comercializaba a granel, o como mucho en botellas de estrellas, con tape de plástico, fue un decidido impulsor de las denominaciones Campo de Borja y Cava, además de introducir variedades como la macabeo, tempranillo y merlot, también en los años sesenta.

Apenas reseñas ni obituarios; así somos por aquí. Porque no se trata de un asunto personal, sino estructural. Los que entendemos que el vino es cultura, tradición y patrimonio asistimos atónitos a la indiferencia con que se acogen estas noticias, que en otros ámbitos acaparan incluso portadas.

Aragón dispone del segundo master of wine nacido en España y el más joven en obtener esta distinción, en manos de menos de 370 personas en todo el mundo, Fernando Mora. También aquí, en Calatayud, por elección propia, vive Norrel Robertson, escocés y también master of wine, que elabora vino en Aragón y difunde la garnacha por todo el mundo. Por no extendernos, el ganador del último campeonato de sumilleres de España, que nos representará en Europa, también es aragonés, Manu Jiménez, aunque ahora trabaje en La Rioja.

Podríamos seguir enumerando, pero los anteriores son los últimos protagonistas de noticias que no han tenido la relevancia debida. Mientras los actores más dinámicos del sector vitivinícola nacional contemplan atónitos la irrupción aragonesa, carente por otra parte de poderosas figuras mediáticas, aquí seguimos igual, mirando para otro lado en el mejor de los casos.

Como cuando le reprochaban a Buñuel lo flojito de sus películas. País.