Tengo que reconocer que estoy sorprendido. No me lo esperaba. De todo lo que podría hacer, decir o suceder en el Excelentísimo Ayuntamiento de Zaragoza --del cual tengo el inmenso honor de ser Medalla de Oro-- lo último que se me podría ocurrir es que la candidatura socialista propusiera, para seguir la recomendación de eliminar los símbolos franquistas, cambiar el nombre de General Sueiro por el de Josemaría Escrivá de Balaguer.

Y se hace con dos argumentos fundamentales: Que es Santo (¡!) y que es "un compromiso personal del Alcalde"(¡¡!!). ¿Qué se puede responder políticamente a estas dos perlas dialécticas?

Más que la "santidad" de este personaje, lo que me preocupa es ese concepto de "compromiso del Alcalde". ¿Con quién? ¿Con sus electores? ¡Conmigo no, que conste! Puedo asegurar que TODOS los discursos, ideas, argumentos y fundamentos en los que e basaba y apoyaba el programa socialista de gestión para la ciudad de Zaragoza eran, SON, completamente contrarios a la escala de valores difundida y divulgada por el tal Escrivá. Nada que ver su concepto social con el socialista. Nada que ver su idea de progreso y justicia social con la defendida por el PSOE.

No estoy pidiendo que se dediquen calles exclusivamente a aquellos personajes afines a un partido. Pero, si se le "quita" la calle al General Sueiro por ser un militar franquista (aunque honorable y serio, dicho sea de paso), equivocado y fatal para la historia de España, resulta alucinante que su "sustituto" sea un personaje cuyas ideas han sido un auténtico cáncer para el progreso humano. El fundador de la secta denominada Opus Dei quitaba y ponía ministros en la época franquista y alardeaba de un dominio casi absoluto de los hilos de la dictadura. San Josemaría supo como nadie activar sus resortes económicos en beneficio propio y de sus miembros.

Me permito recordar que en uno de los últimos gobiernos presididos por el General Franco, con participación de cuatro ministros del Opus, se produjeron las últimas condenas a muerte de antifranquistas (¿asesinatos del Estado?).

Dedicarle una calle me parece un fraude de ley claro y rotundo que tendrá, espero y deseo, defensa y contestación jurídica.

Esta decisión es una vergüenza para todos los ciudadanos de Zaragoza que en su momento votamos PSOE. Yo, al menos, me siento traicionado, vejado y dolido. Si se trata de un compromiso personal del Alcalde, en los jardines particulares caben un sinfín de exvotos, plegarias y ofrendas. Pero la ciudad es de todos y, para estos gestos de Gobierno, es importante la unanimidad. Intentaré por todos los medios a mi modesto alcance que esto termine como la idea de homenajear a Sor Maravillas en la Carrera de San Jerónimo. Paralelamente, espero que los "jefes" de esta secta renuncien al homenaje, sobre todo para así seguir, fielmente, las recomendaciones de discreción y humildad de su fundador, evitando el debate sobre la vida, merecimientos y, sobre todo, "milagros" de este personaje histórico.