Los aragoneses tendrán que acostumbrarse a vivir con nuevas plagas de insectos y a soportar crueles veranos con temperaturas medias cuatros grados por encima de las habituales. También tendrán que desterrar gran parte de su producción agrícola, adaptar nuevos cultivos, renunciar a que la nieve sea uno de los grandes atractivos turísticos de la comunidad y asumir que fenómenos como el niño o la gota fría no son cosas que se ven por la televisión. Bastará con abrir las puertas del balcón para que la casa se inunde con una tormenta tropical.

La temible previsión no es ciencia ficción. La Alianza por el Clima en Aragón, integrada por medio centenar de agrupaciones sociales, presentó ayer su informe Algunas notas sobre las consecuencias del cambio climático en el que anticipan la evolución climática hasta el 2080 si no cambia el modelo energético en el sur de Europa a favor de las opciones renovables. Los datos son claros: durante la segunda mitad del siglo XX ya se ha registrado cierta disminución en las lluvias, el incremento de la variabilidad meteorológica y un claro desplazamiento estacional.

Con motivo de la cumbre internacional del clima que se celebrará en París este fin de semana, el portavoz de la alianza, Luis Clarimón, reclamó concienciación social y política porque el tiempo "apremia y es urgente tomar medidas: estamos en una cuenta atrás". Para el próximo domingo han convocado una marcha ciclista y una concentración en Zaragoza.

El informe es especialmente agorero con el futuro de dos de los sectores económicos más importantes de la comunidad: el agrario y el del turismo de nieve. Si las emisiones de gases nocivos a la atmósfera no se frenan drásticamente se espera que el calentamiento global reduzca hasta en un 50% los rendimientos de cultivos como el maíz. Esta situación también propiciará la aparición de nuevas plagas "con periodos de sequía que limitarán todavía más las producciones". La inestabilidad meteorológica subsiguiente multiplicará las inundaciones y las tormentas catastróficas.

El turismo tampoco se verá especialmente beneficiado por esta subida global de las temperaturas. Desde la agrupación interpretan que los viajeros "buscarán destinos con climas menos extremos". En las estaciones de esquí la situación podría ser especialmente dramática. "Cada vez habrá menos precipitaciones en forma de nieve y más variabilidad climática", destacó Clarimón. Además, precisó que los propios centros invernales son culpables directos de la situación "por su desmesurada huella de carbono".

El cambio climático ya está elevando la temperatura media del Pirineo 0,2 grados centígrados cada década. Por este motivo en pocos años estiman una temporada de esquí más corta, con reducciones del espesor de la capa de nieve de entre el 30% y el 70%, según la intensidad del aumento global de la temperatura. Los autores del informe afirman que la generación de nieve artificial no podrá solucionar el problema, "por lo que el papel dinamizador del esquí en los ámbitos montañosos queda en entredicho".