Suenan campanas de boda en Mezalocha. Han tenido que pasar 31 años para que la localidad vuelva a vivir una celebración como esta en la ermita de San Antonio, donde el santo, al que todo el pueblo le tiene una gran devoción, ha visto durante décadas cómo los jóvenes del lugar optaban, en el mejor de los casos, por contraer matrimonio ante él pero en el templo que se levantó en su honor en el zaragozano barrio de Torrero. Más grande pero fuera del pueblo. Ha pasado tanto tiempo que los vecinos se han volcado con la pareja, Marta y Carlos, para que todo salga perfecto esta tarde a partir de las 18.00 horas. Invitados o no, todos esperan con expectación que redoblen las campanas.

La ermita luce su mejor cara y aún ayer, a pocas horas de la celebración, muchos vecinos se acercaban para ayudar a los novios a dar los últimos retoques a los preparativos de una ceremonia cuyo principal handicap es el espacio. Los vecinos achacan a este motivo, a que apenas caben unas 40 personas en su interior, el porqué las parejas desechaban la posibilidad de casarse en el pueblo. Pero el problema es menos porque "cuando tu sueño puede hacerse realidad, haces todo lo posible", afirma Marta ilusionada. Ella, con su futuro marido, sus familiares y amigos llevan meses --desde octubre-- trabajando en que sus más de 200 invitados, y los que se sumen, puedan ser testigos de lo que ocurra allí.

Todo por una promesa de hace diez años. "Dicen que quien le hace un nudo a San Antonio encuentra pareja. Yo lo hice y al poco tiempo conocí a Carlos. Por eso prometí que me casaría en la ermita", relata la novia, emocionada cuando recuerda el esfuerzo y el cariño que está recibiendo de todos.

El ayuntamiento ha arreglado el suelo y las inmediaciones de la ermita, los amigos le han preparado una enorme alfombra rosa fucsia con la que hacer más llevadera la enorme pendiente que le conducirá al altar, después de un paseo en coche desde la plaza de España, por la calle Mayor y de San Antonio ante la mirada atenta de vecinos que, con motivo de la cita, están dispuestos a engalanar sus balcones como si fueran fiestas. En el fondo lo es, aunque alguno no se lo termine de creer. "La frase más repetida es la de ¿Pero la boda echa palante o no?", bromea Carlos.

Otros vecinos les han proporcionado los sillones desde los que ellos vivirán el enlace, otros la mantelería de ganchillo que adornará el altar, otros vasijas de barro antiguas y velas para la entrada hacia el altar... "Hay ambiente de boda y nos hace mucha ilusión porque aquí aún se ha hecho algún bautizo pero bodas, no", comenta Luisa, una vecina del pueblo que será protagonista en la ceremonia, ya que ella tiene la llave de la ermita y será la encargada hoy de entregársela a los novios.

Una cita importante que también hace recordar a los últimos que se casaron en Mezalocha. Ángel y Cristina, en el casino, recuerdan como aquel 15 de mayo de 1982 contrajeron matrimonio ante más de 300 invitados, en una ermita "muy distinta" a la actual, celebraron el banquete en "una nave que hay junto al polideportivo" y el baile "en el centro cultural". Ella celebra que vuelva a haber otra boda porque "desearía que la gente se casara más aquí". Quizá a Marta y Carlos le sigan más parejas y no haya que esperar otros 31 años para que redoblen las campanas por el pueblo se va de boda.