La creatividad de los delincuentes no da tregua, y menos con las facilidades que les dan las nuevas tecnologías para sus actividades. La última moda en estafas tecnológicas se desarrolla de hecho por teléfono, en nombre de la multinacional estadounidense Microsoft, y cuenta ya con varios afectados, al menos en Zaragoza. La semana pasada, sin ir más lejos, la Jefatura Superior de Policía de Aragón recibió tres denuncias en un solo día, aunque el goteo es constante.

La mecánica de la estafa es sencilla pero efectiva, como suelen ser estos timos. La víctima recibe una llamada de un hombre que dice ser técnico de Microsoft, desde Estados Unidos. El operario habla en inglés, o chapurrea el castellano, si el cliente no le comprende. Le explica que han detectado algún tipo de problema o amenaza en su ordenador, y le da instrucciones para poder arreglarlo.

Si tienen la suerte de que la víctima no es muy ducha en informática, explican fuentes del grupo de Delitos Tecnológicos, le van indicando pasos para instalar programas que en realidad les dan acceso remoto al ordenador. Así, pueden controlar la información que tenga en el equipo, desde archivos personales hasta claves bancarias.

En una variante más sencilla, se pueden limitar a pedir un número de cuenta para realizar un pequeño cargo como pago por la reparación. Esto, en el mejor de los casos.

Precisamente esta pequeña cantidad es una dificultad añadida para el trabajo policial en este tipo de estafas. Porque, aunque se logre atrapar al responsable, la hipotética pena a la que se enfrentará será muy pequeña. Y cada causa, según dónde resida el afectado, irá a un juzgado distinto, de forma que difícilmente le afectará la reincidencia a la hora de que aumente la pena.

Esto sería en el supuesto más favorable de la captura, porque en este tipo de estafas cibernéticas, rara vez se puede identificar a los autores. Bien por ilocalizables, bien por falta de colaboración con los países. El caso de los secuestros virtuales realizados desde una cárcel chilena (el responsable llamaba haciendo creer que había raptado a un familiar del receptor y exigía un ingreso inmediato de dinero para liberarlo), en los que el autor fue identificado, fue una excepción.

En la mayoría de ocasiones, como en los crecientes casos de sextorsión, de los que recientemente informó este diario, es prácticamente imposible localizar a los responsables, ubicados en países africanos sin apenas tratados de cooperación policial. Estos últimos consisten en que una mujer agrega a un hombre a su red social, se gana su confianza hasta obtener un vídeo sexual y luego el verdadero responsable de las conversaciones le chantajea con difundirlo si no paga.

Para todos estos tipos de estafas, indica la Policía, la clave es el sentido común. «Ningún técnico de Microsoft va a llamar desde Estados Unidos por un problema en el ordenador, igual que ningún banco va a pedir una confirmación de datos por correo electrónico», explican fuentes policiales. «Hay que pararse a pensar antes de clicar en los enlaces de correos electrónicos de remitentes que no conocemos. Y desconfiar de los contactos telefónicos que pidan datos o cuentas». H