Pese a llenar sus obras de personas y lugares malditos, Carlos Ruiz Zafón ha sido bendecido con el mayor éxito de ventas de la actual literatura española.Tal vez por ello, el primer párrafo de El juego del ángel (Planeta), no ha sido solo comentado por su millón de ejemplares de salida, sino también por su irónica lectura sobre la vanidad y el precio del alma. Fáustica, oscura y ambientada en la Barcelona de los años 20, la novedad más esperada del año narra la tragedia de un autor de folletines que acepta una turbia oferta.

--En El juego del ángel hay ángeles. Sobre todo ángeles caídos y diablos. ¿Qué le atrae tanto de estas figuras?--Hay temas que uno lleva atascados en la cabeza desde pequeño. Mi primera novela, El príncipe de la niebla, ya hablaba de ángeles y demonios. Aparecen en todo lo que he escrito. Siempre he pensado que el diablo ha sido el mejor personaje literario jamás creado, porque permite exteriorizar la naturaleza humana en forma de mito. Me fascina analizar cómo leyendas y religiones lo recrean para proyectar lo que no queremos aceptar de nosotros mismos, lo que nos parece amenazador.

El príncipe de la niebla

--El pacto fáustico, el de vender el alma al diablo, aparece aquí con lecturas nuevas que hablan del precio del éxito. ¿Ha pagado el suyo Ruiz Zafón?--Tras tantos años esperando el libro, empezar con un personaje que también es escritor y habla de la vanidad y de vender el alma me parecía divertido. Yo no soy David Martín, soy más afortunado, pero él tiene mucho de mí. Luego la gente lo leerá como quiera, algunos hasta lo manipularán, pero es algo buscado. Cuando tratas un tema tan clásico hay que jugar. En La sombra del viento había una verdad objetiva que perseguir, y aquí el misterio debe desvelarlo el propio lector, porque el juego del ángel es el juego del lector, que ha de atar todas las piezas.--Esta es una obra más oscura, más cruel que La sombra del viento

La sombra del viento

--Esta es una obra más oscura, más cruel que . Del aprendizaje de Daniel Sempere se pasa a la tragedia en David. ¿Crecer es ganar escepticismo?--Ese es uno de los temas centrales del libro. La sombra del viento hablaba del descubrimiento de la vida, del primer amor, y ahora tenemos a un personaje con una perspectiva más adulta, menos lírica. Hay una evolución. En el fondo, creo que crecer es eso, aprender a pactar con el diablo. La vida es la hipoteca del alma: aunque uno salga con buenas intenciones, ir avanzando implica cometer traiciones, con los demás o con uno. Hay quien tiene la fortuna de no caer demasiado en ello y quien directamente es un hijo de puta, pero el dilema sobre si hacemos o no lo correcto lo tenemos todos.

La sombra del viento

--No se ha dicho mucho aún, pero otro tema esencial en la novela es el de la fe y la religión, que no salen muy bien paradas.--Sí, hay reflexiones sobre el pensamiento dogmático. ¿Por qué creemos? ¿De dónde viene la certeza de la fe? ¿Cuáles son los mecanismos que nos llevan a construir sistemas de creencias para justificar nuestra conducta? ¿Por qué proyectamos el conocimiento de nosotros mismos en ángeles o demonios? Al principio, esta parte tenía más peso, pero no quería un Doktor Faustus con diálogos interminables, prefiero involucrar al lector. La inteligencia en el arte no se exhibe, ha de estar presente sin que lo parezca.

--Pero en ese juego se toma partido, hay una denuncia, hay crítica hacia la religión.--Hay una denuncia, sí; la hace el narrador porque ha de tener su propio sistema de valores. La hace desde la duda, pero la hace. Y es escéptica ante el punto de vista dogmático, ante el fanatismo y el inmovilismo, y desde luego ese punto de vista está muy cerca del mío. Pero aun así odiaría hacer sermones. En la novela me he esforzado en evitarlo.

--Los referentes literarios abundan en sus novelas. En esta, junto a Fausto, sobresalen Dickens, Jane Eyre y una mezcla de terror entre Le Fanu y Stephen King.--Sí, hay mucha novela gótica del XIX. Me gusta horrores. Además de Le Fanu, me encantan las historias de fantasmas de Maupassant. Son oscuras y fascinantes. Y hay referencias a la novela fantástica contemporánea, no solo Stephen King, miles de lecturas que me ayudan a dinamitar los tópicos esnobs que obligan a citar solo a tótems.--¿Podría decirse que La sombra del viento era una novela sobre lectores y El juego del ángel

--¿Podría decirse que era una novela sobre lectores y es sobre creadores?--Sí, eso obedece al proyecto de la tetralogía sobre Barcelona cuyo corazón es el Cementerio de los Libros Olvidados, por eso el final de esta novela conecta con un secreto que la une a Daniel Sempere, el protagonista de la anterior. Al ser el libro el elemento central, empecé con personajes que amaban los libros, los idealizaban y hasta morían por ellos. Ahora en cambio no hay idealización, porque hablo de quienes fabrican los libros, que es un asunto menos romántico. Más cínico.--La estructura de la novela es clásica: tres actos y un epílogo. ¿Quienes esperan esta novela con el hacha en alto podrán aferrarse a ello para afirmar que Ruiz Zafón no arriesga en sus obras?--Si uno tuviera que escribir pensando en los que se ocultan con hachas tras la puerta... Se les ve de lejos, en cuanto algo tiene éxito aparece el discurso esnob y reaccionario.--Pero existen narradores que defienden que hay que innovar, que escribir como en el siglo XIX ya no tiene sentido. Y le sitúan a usted en el ojo del huracán.--Cuando oigo este discurso de "todo el mundo es tan tonto y nosotros somos tan listos" veo una mezcla tal de mediocridad, estupidez y narcisismo... Este discurso sobrevive porque la prensa es generosa y lo mantiene a flote, pero creo que no le interesa a nadie. Es un tema para esas tertulias donde hay más gente en la mesa que en el público. Yo he desconectado hace tiempo de todo eso y me intereso solo por la gente que respeto.--Por acabar a la manera de la novela, ¿hay que desearle buena suerte o el destino de El juego del ángel

--Por acabar a la manera de la novela, ¿hay que desearle buena suerte o el destino de está ya escrito?--La buena suerte es necesaria. Nunca sé a qué llamamos exactamente buena suerte, pero no viene nunca mal. Y el destino del libro... Está en manos de los lectores.