Catherine L'Ecuyer es investigadora y divulgadora de temas educativos. Madre de cuatro hijos, ha escrito el libro Educar en el asombro que va por su 12ª edición y, a finales de este mes, publica Educar en la realidad. El próximo jueves imparte en Ibercaja Patio de la Infanta (19 horas) la conferencia Educar en el asombro. Cómo educar en un mundo frenético y exigente del ciclo Educar para el futuro. Entrada gratuita, previa inscripción en obrasocial.ibercaja.es.

--Según dice en su libro, tenemos que educar en el asombro a los hijos. ¿Qué significa?

--Todos nacemos con asombro. Tomas de Aquino lo llamaba "el deseo para conocer". Asombrarse es no dar el mundo por supuesto. "¿Por qué hay estrellas?", preguntan los niños. Cuando los niños hacen esas preguntas, no siempre quieren una respuesta; es su forma de admirarse ante la realidad. Es otra forma de decir, "podría no haber estrellas, pero las hay, ¡qué maravilla!". Educar en el asombro es imprescindible para que nuestros hijos sean agradecidos y tengan interés por aprender.

--¿Y qué les asombra?

--La belleza de la realidad. Los niños no necesitan cosas extraordinarias (pantallas, juguetes que hablan o métodos conductistas) para aprender. De hecho, la neurociencia nos dice que "necesitan una cantidad mínima de estímulos en un entorno normal" (Sieguel). Lo explica Chesterton con mucha gracia: "Cuando muy niños, no necesitamos cuentos de hadas, sino simplemente cuentos. La vida es de por sí bastante interesante. A un niño de siete años puede emocionarle que Perico, al abrir la puerta, se encuentre con un dragón; pero a un niño de tres años le emociona ya bastante que Perico abra la puerta".

--Pero vivimos en la era de las pantallas. ¿Eso les perjudica?

--Cuando saturamos los sentidos del niño, entra en lo que describo en mi libro como el "círculo vicioso de la diversión". Los estímulos externos se sustituyen a su asombro, lo anulan y hacen que se acostumbre a niveles de estímulos cada vez más altos. Cuando eso ocurre, el cotidiano le parece tremendamente aburrido. Deja de sentir, pierde el interés por aprender y su atención se dispersa. No es casualidad que por cada hora de pantalla que ve un niño de menos de 3 años, existe un 10% más de probabilidad de padecer inatención con 7 años.

--Entonces, ¿qué hacemos?

--La solución pasa por adaptar el contenido al ritmo interior del niño (su edad) y por reducir el tiempo delante de las pantallas. Soy consciente que eso no es fácil, pero los expertos en neuropediatría coinciden en que se trata de un tema de salud pública. La Academia Americana de Pediatría recomienda que los niños de menos de 2 años no vean la pantalla, por un tema de salud neurológica. A partir de los 3 años, recomienda que no sea más de 2 horas al día. No se trata de plantearlo como una prohibición, hay que dar alternativas bellas, que las hay.

--Usted ha dicho que aprender inglés con dos años a través de un deuvedé no es bueno para el desarrollo del niño. ¿Por qué?

--Aprender inglés con dos años no es un problema, ¡es una oportunidad! Lo que no da resultado es aprenderlo a través de deuvedés. Hay estudios que confirman que el consumo de cedés y deuvedés en niños pequeños contribuye a una disminución en el vocabulario y otros que confirman que los niños no aprenden idiomas por esos medios, sino a través de la interacción en inglés con su principal cuidador. Otros estudios confirman que hay un déficit de aprendizaje cuando este se realiza a través de la pantalla. Hemos de rehumanizar el aprendizaje.

--¿Y la multitarea?

--Es un mito. No podemos hacer dos cosas a la vez que requieren procesar información; la neurociencia nos confirma que la inteligencia tiene limitaciones. Pasar eso por alto tiene un precio. Los niños que hacen multitarea tienen una memoria de trabajo menos eficiente, pierden profundidad en el pensamiento, les cuesta desenfocar y reenfocar la atención con agilidad, son menos sensibles a los estímulos menos ruidosos pero quizás más importantes, pierden el sentido de lo que es relevante. ¡Se convierten en enamorados de la irrelevancia!

--¿Cómo se mantiene la capacidad de asombro?

--Respetando los ritmos del niño, las etapas de la infancia, el orden en el aprendizaje, rodeándolo de belleza y de misterio, huyendo del consumismo, fomentando el contacto con la naturaleza --que es la primera ventana de asombro--, potenciando el juego, etc.

--Con todos estos nuevos métodos educativos, muchos padres se sienten desorientados. ¿Qué consejos les daría?

--Hemos de dejar de consumir libros que nos dan guiones y recetas hechas. ¡Estos libros están escritos por personas que ni siquiera conocen a nuestros hijos! Nos hemos perdido en los "cómo" y nos hemos olvidado de los "por qué" y de los "para qué" de la educación. Por las circunstancias de una vida ajetreada y frenética, nos hemos alejado de la naturaleza de nuestros hijos y nos hemos convertido en sus animadores de ludoteca. Hemos de olvidarnos de todas esas recetas educativas que nos alejan de los fines verdaderos de la educación para volver a reconectar con nuestra sensibilidad de padres. Hemos de apagar pantallas y regalarles nuestro tiempo y nuestra atención, que es pura forma de generosidad.