«Hay que dejar claro que los refugiados abandonan su país porque viven una situación tan dramática que tienen que huir», explican desde la oenegé Accem, encargada de acoger a un gran número de exiliados en Aragón. El viaje no suele ser fácil ni sencillo. «Son duros, largos y con una gran incertidumbre que se va incrementando conforme llegan al lugar de acogida».

Desde Accem, igual que el resto de entidades que ofrecen cobijo y asistencia a los exiliados, tienen un completo programa que se inicia con el recibimiento inicial, la ubicación en pisos, donde se distribuye a las personas o familias con perfiles similares con el ánimo de hacer la estancia más llevadera, se les ofrece formación del lenguaje y cultural y asesoría jurídica. Hasta que no obtienen el nivel A1 de castellano no pueden ser aceptados en cursos de formación laboral.

Desde Accem, que se ha encargado de la acogida de los ocho nuevos refugiados que llegaron a Zaragoza este miércoles, explicaron que entre sus prioridades destaca la búsqueda de un trabajo. «No quieren estar con los brazos cruzados, necesitan sentirse útiles y retomar la normalidad», comentan.

Aquellos exiliados que han tenido que sobrevivir a una guerra, como es el caso de los sirios, llegan con secuelas que se han visto incrementadas por el largo viaje hasta llegar a un nuevo hogar. «Han tenido que dejarlo todo, su país, sus pertenencias, vienen sin nada por las prisas de la huida y eso es difícil de asimilar».

Las administraciones públicas financian estos programas. La mayoría llega sin capacidad económica que, poco a poco, van logrando salvar. Tras los primeros seis meses de acogida se pasa a una segunda fase, en la que iniciar una vida más autónoma y real.