Chunta Aragonesista ya sabe lo que es bajar en unas elecciones después de tres legislaturas de crecimiento imparable, en las que siempre habían estado cómodamente en la oposición duplicando resultados en las urnas. Y el descenso a la realidad ha sido ahora muy duro porque han perdido la mitad de sus escaños. Tocar poder y estrellarse ha sido todo uno, tal vez porque hasta ahora desconocían lo que supone el desgaste de gobernar, porque han protagonizado sonoras polémicas urbanísticas y porque no han impulsado decididas políticas en las áreas sociales del ayuntamiento.

La imagen que ha transmitido Chunta tampoco ha coincidido con la de antaño. Durante meses ha sido motivo de críticas por la nueva Romareda, un proyecto paralizado en los tribunales por la oposición, y por las obras de rehabilitación del Seminario, cuya fachada se derrumbó parcialmente.