La coalición entre el PP y el PAR ha sufrido esta semana su mayor enfrentamiento desde que en verano del 2011 sellaran un acuerdo suscrito por los máximos responsables nacionales de ambos partidos. Las discrepancias por los presupuestos del 2014, que han provocado que todavía no se hayan presentado para su tramitación, han supuesto un punto de inflexión que, aunque se remiende y alcancen un acuerdo, podría suponer el principio del deterioro de este pacto.

Aunque ambos pretenden recomponer la relación y acabar apaciblemente la legislatura, los precedentes en la política aragonesa de los últimos años demuestran que cuando el PAR ha evidenciado su incomodidad en una coalición, esta se ha resquebrajado hasta el punto de no reeditarse. Además de las tensiones de 1991, así pasó en 1999, en el 2009 y está por ver si este 2013 será el año en el que los dirigentes del PAR pasarán de tener temblores en las piernas al hacer mítines con el expresidente Aznar (como confesó públicamente Aliaga en las elecciones del 2011) o de elogiar las atenciones de Rajoy y Cañete (como ha hecho Biel) a sufrir un definitivo distanciamiento que acabe en ruptura al fin de la legislatura.

El desencuentro previo más reciente es el que se vivió en el verano del 2009, que supuso el principio del fin de una década de perfecta armonía con el PSOE y, más concretamente, de Biel con el entonces presidente Marcelino Iglesias. Pero la negociación de la financiación autonómica, que no satisfacía al PAR, fue el detonante de un verano en el que las fisuras que se abrieron ya no se sellaron y terminaron con esa coalición, la más larga que se ha vivido en el Aragón democrático.

Lista de agravios

El portavoz del PAR entonces, Javier Allué, protagonizó en el estrado uno de los discursos políticos de más calado de los últimos años, en el que no solo criticó el modelo de financiación autonómica que se debatía en Madrid y que a juicio de los aragonesistas era injusto en el reparto para los intereses de Aragón. También insinuó que un acuerdo de este tipo podía suponer el final de la coalición. Iglesias cogió el guante y advirtió con contundencia que el PSOE era el partido con más apoyos y que si no le gustaba al PAR, podía cambiar de socio.

El pleito se resolvió de forma parecida a como sucederá ahora. Una cumbre Iglesias-Biel a la vuelta del verano zanjó la ruptura, aunque desde entonces, los dos partidos se distanciaron y quedó claro que era el tiempo de nuevas alianzas electorales. A Biel tampoco le gustó que Marcelino Iglesias fuera designado secretario de organización del PSOE, pero lo asumió. Pero en esa legislatura, la anterior a la actual, había ya varios incidentes que habían dejado en mantillas la coalición: un trasvase de urgencia a Barcelona que aprobó el Gobierno central y que tuvo que autorizar a regañadientes el Gobierno autonómico cuya Consejería de Medio Ambiente estaba dirigida por el aragonesista Alfredo Boné, los recelos del PAR ante el mal funcionamiento de la Comisión Bilateral Aragón-Estado, las críticas del PAR a la existencia de las diputaciones, las discrepancias en la Ley de Lenguas (que se llegó a aprobar a través de una proposición de ley socialista y el voto contrario de su socio) o las ayudas al carnet de conducir que quiso el PAR y que nunca se concedieron.

El precedente más parecido al actual, con los mismos partidos como protagonistas sucedió en 1999, cuando el PAR optó por no reeditar el pacto con el PP que había dominado toda la legislatura 1995-1999, presidida por Santiago Lanzuela. La nula relación entre este y Biel, así como los temores del PAR a que el PP de Aznar engullera al partido, como había ocurrido con otras formaciones regionalistas a las que propuso pactos globales (Unión Valenciana o Unidad Alavesa), fueron los detonantes para que Biel --preocupado por el paulatino descenso de votos que experimentaba el PAR desde 1991-- mirara al centro izquierda y se aliara con Iglesias, quien habría podido formar Gobierno también con CHA e IU. "Reeditar el pacto con el PP sería una estupidez y no estoy para más coñas", indicaba Biel a este periódico cuando anunciaba su ruptura con Lanzuela.

Pero este optó por el PAR como jugada estratégica: pensaban que gobernar con el PAR debilitaría los apoyos de la derecha que pudiera recabar el PP. A su vez, los aragonesistas temían que su electorado siguiera castigando la coalición con el PP, en cuatro años en los que el entendimiento había brillado por su ausencia. De este modo, se produjo una situación extraña: el PAR gobernaba con el PSOE en Aragón mientras hacía lo propio en Madrid con el PP, mediante un pacto electoral que sirvió para que los populares de Aznar consolidaran su mayoría absoluta.

Los tres senadores y el diputado del PAR terminaron erráticos en la legislatura, haciendo oposición dentro del Gobierno del Estado y criticando los presupuestos del Estado: "Son un insulto a la inteligencia de los aragoneses", indicaban entonces Antonio Serrano. y Manuel Lorenzo Blasco

También en 1991 se sucedieron las críticas entre socios populares y aragonesistas. "El PP no son gente de fiar", indicaba entonces José María Mur. Sin embargo, sí reeditaron el pacto que aupó, aunque de forma efímera, a Emilio Eiroa a la Presidencia de Aragón en detrimento de su compañero Hipólito Gómez de las Roces. Lo que suceda ahora, está por ver.