Tienen 20 y 26 años, pero Pedro Antonio Calahorra Hernández y Santiago Hernández Serrano son viejos conocidos de la Policía Nacional por su actividad delictiva. La última y más violenta hasta la fecha la protagonizaron el año pasado en las calles de Zaragoza, donde decidieron dedicarse a robar a ancianas a las que dejaban inconscientes al apretarles fuertemente del cuello. Ayer se sentaron en el banquillo de la Audiencia Provincial de Zaragoza por uno de esos asaltos. Tienen pendientes otros tres juicios por lo mismo.

Del centro penitenciario de Zuera, donde se encontraban en situación provisional, llegaron a la sala de vistas en la que reconocieron los hechos ante los magistrados. Fue por consejo de sus abogados defensores, Marco Antonio Navarro y Javier Elía, quienes les advirtieron de que el Grupo de Hurtos de la Jefatura Superior de Policía de Aragón había recabado suficiente pruebas como para que fueran condenados a un máximo de 7 años de cárcel. Finalmente, Pedro Antonio Calahorra aceptó tres años y medio de pena privativa de libertad y su primo Santiago Hernández Serrano, cuatro años. En su caso la condena fue mayor por su reincidencia. De hecho, la Fiscalía resaltó en su escrito de acusación que sobre él pesan tres condenas por cinco delitos de robo con violencia, penas ya extinguidas.

HECHOS

Pedro Antonio Calahorra Hernández y Santiago Hernández Serrano reconocieron que sobre las 21.00 horas del 12 de agosto del año pasado siguieron a la víctima, de 84 años, hasta su portal, en la calle Monasterio de Samos de Zaragoza. Entraron tras ella y, en el ascensor, le agarraron del cuello en acción de estrangulamiento y asfixia para vencer la nula resistencia u oposición que pudiera ofrecer la mujer, que acabó cayendo al suelo semiinconsciente.

Una vez ahí, estos dos jóvenes zaragozanos le robaron 40 euros, su móvil y las joyas. Entre ellas, varios anillos, un reloj y las cadenas que llevaba en el cuello mediante un fuerte tirón, lo que le causó lesiones. Además, la anciana sufrió un cuadro sincopal. Estos enseres, los recuerdos de toda una vida, no los pudo recuperar, puesto que los dos encausados consiguieron venderlos.

Al término del juicio los dos jóvenes protagonizaron una curiosa escena. Uno de ellos conoció a su primer hijo a través de una foto del móvil y el otro pudo abrazar a su mujer embarazada de gemelos.