La buena fe de un sacerdote zaragozano en la contratación de una empleada del hogar le jugó una mala pasada, en julio del 2013. Ella, María Covadonga Serrano, alegó estar sufriendo una mala situación económica, y por ello le sisó 2.700 euros. Esta mujer acaba de ser condenada a un año y diez meses de prisión por un delito de estafa continuada, así como devolverle el dinero que le prestó el religioso, tal y como reclamaba la abogada Cristina Martínez Bellido.

Todo ocurrió en verano cuando el cura precisaba de una persona que le atendiera en la casa del pueblo donde iba a pasar el mes de agosto. La procesada respondió a un anunció publicado en internet en el que se ofrecía este empleo. Ella, según la sentencia del Juzgado de lo Penal número 4 de Zaragoza, ya se presentó como una mujer separada, con un menor a su cargo y con dificultades para su manutención. Ante ello, este hombre le ofreció como adelanto la mitad del salario que le iba a pagar, lo que María Covadonga Serrano aceptó.

Sin embargo, pocos días después, la mujer le dijo al sacerdote que tenía una deuda con la Seguridad Social y que necesitaba más cantidad. Entonces, el religioso le indicó que podían ir a un banco, que era cuestión de hablar para que le dieran un préstamo.

EXCUSA María Covadonga Serrano le refirió que no se lo iban a dar y que por favor le ayudara. Entonces, el hombre decidió prestarle el dinero.

La magistrada firmante del fallo, María Gema Luengo, señala que está demostrado que "nunca tuvo intención de trabajar para el cura, ni de devolverle el dinero. "Desde que el hombre le entregó la última de las sumas no le volvió a coger el teléfono", señala, mientras apunta que le remitió un mensaje diciéndole que se marchaba a cuidar a su madre, después de que su hermana falleciera. Un deceso que se produjo mucho después de que recibiera los 2.700 euros y que conociera a su víctima.

La jueza le reprocha a María Covadonga Serrano que no diera número alguno para que pudieran contactar verbalmente con ella y que "nunca se presentó en la vivienda para trabajar para él".

Ella alegó que tenía problemas en el teléfono para comunicarse con el sacerdote, pero la magistrada tampoco se lo cree y asevera que el altavoz funcionaba correctamente. "Contestaba y era escuchada por quien le llamaba desde un número distinto al del denunciante", resalta.

Por otro lado, ve absurdo que la acusada afirmara que incumplió el contrato porque se había enterado de que el religioso le había impuesto una denuncia.