Juan Paul Bastiaans Minguillón ha sido condenado a un año y tres meses de prisión por haber estafado 125.000 euros a una pareja, a la que además deberá devolver los 83.000 que aún le quedan por abonar. En realidad el supuesto gran negocio de importación en el que les embarcó les iba reportar intereses de hasta el 7%, pero los magistrados de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Zaragoza han fijado el perjuicio únicamente en lo que les queda de percibir de lo que invirtieron.

La abogada del joven estafador, Cristina Ruiz-Galbe, había argumentado en el juicio que se trataba de una inversión de negocios, y como tal un riesgo, que en este caso salió mal. Pero los magistrados, como las acusaciones (la Fiscalía y la pareja, representada por José María Viladés), consideran que se trata de una estafa pergeñada por el joven, con todos los elementos habituales de este tipo de fraudes.

Así, según repasan los magistrados, Bastiaans entró en contacto con la pareja a través de un amigo común, J., quien de hecho. como su hermano, afirmó en el juicio que a él también le debía dinero. Pero, a diferencia de los denunciantes, aún confía en que se lo devuelva.

Tras conocer a Bastiaans, este les propuso invertir en un negocio de importación de mercancía china para la venta en España, para lo cual, según refleja la sentencia, aparentó «una solvencia económica y social de la que carecía». La primera, juzgan los magistrados, está clara dado que, según dijo él mismo, cobra un sueldo de 900 euros como empleado de la empresa familiar, en cuyo despacho próximo al Parque Grande recibía a los inversores.

Este estaba decorado con banderas de distintos países, ya que el difunto padre del joven era el cónsulo honorario de Eslovaquia en Aragón. La pareja denunciante apuntó entre los elementos que les hicieron confiar en el negocio que el joven presumía de tener contactos entre la aristocracia de los Países Bajos (era holandés, pese al consulado honorífico que ostentaba) y en la alta sociedad española.

Los magistrados no reflejan este punto en la sentencia, pero sí otras grandes empresas con las que el joven decía trabajar, como El Corte Inglés o el Banco Santander. Con estas presuntas referencias, y los catálogos de productos que iban a comprar, el hombre acabó por entregarle 95.000 euros (de los que ha recuperado 35.000) y su pareja 23.000, de los que le devolvió 7.000.

Lo hicieron, de hecho, sin documentación que lo acreditase, pero a finales del 2015 el joven les firmó un reconocimiento de deuda y un compromiso de devolución, también de unos intereses del 7%, que no llegaron a percibir.

Bastiaans, recuerdan los jueces, no dio una explicación satisfactoria del destino del dinero, ni a ellos ni al juez instructor del caso. Lo máximo que llegó a decir es que se lo entregó a un socio comercial, al que renunció a identificar -«estoy amenazado», llegó a decir en la vista-, lo que para los jueces lleva a la conclusión, por lógica, de que esa tercera persona «nuna ha existido». Por todo ello consideran que estafó a la pareja y le condenan.