Y la ocurrencia del consejero de Sanidad Ricardo Oliván se centró esta semana en la ley de la dependencia. Su frase: "Yo convierto los muertos en euros, y los euros en dependientes". Así pretendía defender su gestión de este servicio, y de paso atacar a los socialistas, que criticaron la pérdida de calidad que esta prestación ha sufrido en Aragón desde que ocupa esta cartera.

El consejero no dijo mucho más. Hizo un repaso a la evolución y los cambios normativos que ha vivido la dependencia en los últimos años. Pero dejó su huella, como acostumbra, al echar mano del humor negro. Lo justificaron más tarde sus asesores: "Igual a la gente le gusta escuchar discursos no tan prefabricados ni tan políticamente correctos", dijeron. Y añadieron que así no cae en el aburrimiento. Solo bajo esta lógica son comprensibles determinadas aseveraciones de Oliván: como llamar a los ciudadanos minibárcenas.

Más allá de las consideraciones del consejero y su equipo, su comparecencia en las Cortes se saldó con las agrias críticas de los grupos de la oposición a su gestión de la dependencia. No en vano, Aragón está a la cola nacional en la prestación de este servicio y cada día hay 11 beneficiarios que pierden el derecho a ser atendidos y 10 familias que dejan de percibir la prestación económica. Oliván se defendió asegurando que su prioridad es que el sistema sea sostenible.