Casablanca siempre ha estado ligado al agua y a la huerta. Así, fue una zona agrícola que en estos momentos ya queda en el recuerdo, aunque todavía se conservan reminiscencias de aquellos tiempos en el nombre de calles como El Prado, Rosas o Embarcadero, cercana a las esclusas del canal, otro de los enclaves más conocidos del barrio. Y entre éstas y la calle Embarcadero, la Fuente de los Incrédulos, que da nombre al parque más grande que hoy en día tiene Casablanca, construido en 1984. La historia de este enclave aparece en un libro escrito por Nuria Asín, y que será presentado el 28 de mayo a las 19.00 en el centro cívico.

Este monumento recuerda parte de la historia de este enclave ahora urbano, pero rural hasta el 2003, en que pasó a englobarse como uno de los quince distritos que hoy tiene la capital aragonesa. El más extenso, con casi 67 kilómetros cuadrados de superficie.

Casablanca fue durante años zona de trabajo --hasta 1980 hubo huertos en la calle Embarcadero--, y también de esparcimiento de los habitantes de Zaragoza. Conocida por sus playas en el río Huerva y sus fuentes medicinales, donde muchos buscaban alivio a sus males y otros, simplemente, ratos de ocio. La belleza de este barrio quedó patente en numerosos artículos de la época, como el de García Mercadal, de 1908, en el que relataba un viaje que le llevó desde el centro de la ciudad hasta Casablanca en el tranvía de la línea 15, que fue una realidad en 1948.

Muy conocidos en el barrio fueron los Ojos del Canal, del que partía la acequia de Viñedo Viejo, que hoy da nombre a una moderna urbanización y una calle; o la de Romadera, que pasaba próxima al actual estadio de fútbol que hoy lleva su nombre, aunque ligeramente cambiada.

Casablanca también fue un lugar religioso. En 1947 llegó al barrio el convento de Jerusalén, que se trasladó desde el paseo de la Independencia; y los Padres Pasionistas, en 1924. Ocuparon los terrenos en los que antes había una fábrica de harinas. Ahí estudiaban los futuros religiosos, compatibilizando su labor con el mantenimiento de la ermita del Pilar, que se localizaba en la calle Embarcadero, hoy desaparecida, ya que se derribó en 1979 para construir la carretera de Valencia. Todos estos detalles, y otros muchos, pueden leerse en esta obra en la que se repasa el pasado del barrio.