Don Francisco de Goya, el padre de la modernidad, cumple años.

Son doscientos setenta, pero el genio de Fuendetodos está más joven que nunca. No hay día en que no le feliciten en una punta u otra del globo por tantas puertas como abrió, tantas formas como inventó, tantas imágenes como nos regaló.

Y se da la circunstancia, también, de que la sala de exposiciones Ignacio Zuloaga, especializada en grabado, cumple veinte años. Lo celebra a lo grande, con una sugerente exposición de Cristina Iglesias.

Contemplando sus piezas uno se queda fascinado porque de repente tiene la impresión de estar acariciando la piel del mundo. Y la piel, como decía Valéry, es lo más profundo.

Pero también me ha parecido regresar de la mano de esta artista a un númeno u origen matérico que siempre había estado allí, como el hierro permanece debajo de la tierra y el polvo bajo la gravedad, como el concepto se oculta detrás la palabra, el sustantivo detrás del adjetivo o el verbo bajo el adverbio.

¿Dónde estaban? Seguían allá atrás, abajo, esas texturas de surcos o raíces, de nudos y nódulos, balsas de plomo, lagos de mercurio, reflejos dorados, esquirlas, meteoritos, cielos negros, manantiales pero también, junto a esos universos en formación, o secretamente desnudados por el ojo de un dios tan irreverente como para no temer a la materia, la ciudad, sus emboscadas y geografías.

El cuadrado, el círculo. La ventana, la carretera. El humo, la pasión, el realismo sucio.

Paisaje y arquitectura.

Modernismo, también, en su conjunto, como certeramente nos recuerda el crítico Joao Fernandes, que compara la exposición de Cristina Iglesias con los paseos musicales de Mussorgsky en Cuadros para una exposición. Música o pintura descriptiva de formas que laten debajo de las formas, habitaciones, castillos, jaulas plagadas de símbolos sobre la comunicación y soledad, sobre la felicidad y desesperación del hombre moderno.

Variedad formal, riqueza escultural... Piezas de aluminio y cobre, serigrafías sobre seda, cartones menos a la manera que a la memoria de Rauschengerg para sugerir un mundo de orden en el caos. Universo propio, el de Cristina Iglesias, que vale la pena ver en Fuendetodos.