Uno: En Utebo está instalada la mayor fábrica de bolsas de supermercado biodegradables de España. En lugar de plástico, que pronto será prohibido por su brutal impacto en el medio ambiente, utiliza materia prima de origen agrícola (almidón). Creo que pronto será objeto de nuevas inversiones porque sus productos tienen todo el futuro del mundo. Sin embargo, esa empresa, como otras que forman parte de lo más puntero de la industria aragonesa, nunca ha recibido mayor atención por parte de las administraciones públicas y en particular del Gobierno autónomo.

Dos: Pronto, en Zaragoza se pondrá en marcha el mayor centro de lavado de ropa de trabajo en el norte de España. Utilizará la tecnología más avanzada y el grueso de su plantilla lo integrarán (ya lo integran porque la empresa va a renovar sus instalaciones pero existe y funciona a tope) discapacitados intelectuales. Ahora bien, la inversión necesaria no incluirá un solo euro de subvenciones o créditos públicos, ni uno. Procederá íntegramente del sector privado. Esa lavandería ni siquiera percibe a tiempo, sino con enormes retrasos, los aportes salariales que le corresponden por ley al ser un centro especial de empleo.

Tres: Sin embargo, y lo recuerdo porque se trata de un caso de enorme significación simbólica, un supuesto fabricante de coches eléctricos que debía instalarse en Motorland logró casi dos millones de euros entre ayudas directas a fondo perdido y créditos institucionales, sin que llegase a producir jamás cosa alguna. Ahora la Fiscalía le pide una dura condena. Mas cualquiera podría preguntarse si no debería solicitar también algún castigo para los gestores (políticos y funcionarios) que dieron luz verde a la evidente estafa.

¿Hasta cuando durará esta situación?

Estamos ya en periodo preelectoral. En mayo hay una cita con las urnas que podría ser muy importante, y todos los partidos empiezan a preparar sus maquinarias. De repente, el Aragón oficial tendrá que camelarse al Aragón social (o civil, si prefieren) para lograr su voto. La pregunta del millón es si esta vez, como en tantas otras anteriores, las ofertas electorales serán una mezcla de viejos lugares comunes e intenciones oportunistas y marrulleras, o integrarán verdaderos programas que indiquen la dirección en que puede avanzar una Comunidad como la nuestra: enorme, despoblada, desequilibrada y con un futuro dudoso en casi todos los aspectos. En la actual legislatura, la Tierra Noble ha sido testigo de cómo el Gobierno Lambán se aplicaba mal que bien a reparar los destrozos hechos previamente por el que presidió Rudi. Siempre acechado (el Ejecutivo) por el déficit y por la evidencia de que sostener en condiciones los grandes servicios públicos cada vez es más complicado y más caro. Se logró traer parte de los bienes de Sijena (lo cual, a la postre, no ha pasado de ser una anécdota), y ahora se reducirá el Impuesto de Sucesiones (caballo de batalla de las derechas), medida que tampoco ha de tener gran impacto. Pero el desarrollo, la diversificación económica, el rearme cultural, la proyección de la Universidad y el buen ojo a la hora de apoyar iniciativas privadas, eso... ya veremos.