Jarque es un pueblo pintoresco de estrechas calles en cuesta que trepan hasta las ruinas de un castillo. Sus vecinos siempre han visto la fortaleza medio caída y maltrecha, aunque todavía imponente, y la consideran un símbolo de su presente y de su pasado.

Por eso han recibido con ilusión el anuncio del Ministerio de Cultura de que el Estado va a poner algo más de un millón de euros para consolidar lo que queda en pie de la muralla y los torreones del castillo, unos restos que tienen consideración de bien de interés cultural desde 1949.

"Llevábamos 20 años pidiendo que se hiciera algo para rescatar la fortaleza, pues vemos cómo la construcción se va degradando con el paso del tiempo y tememos que se venga abajo", explica Miguel Ángel Garcés, alcalde de Jarque, una localidad de medio millar de habitantes situada en la comarca del Aranda.

El castillo se debió de construir en torno al siglo XII sobre los restos en adobe de lo que pudo ser una construcción musulmana. Jarque estaba en la frontera entre Aragón y Castilla y cambió a menudo de manos, en especial durante la conocida como guerra de los Pedros, en el siglo XIV. Todo el pueblo estaba fortificado y los avatares de las contiendas tan pronto lo dejaban en ruinas como obligaban a su reconstrucción. Ya en el siglo XVII, la expulsión de los moriscos supuso otro golpe para esta zona situada al sureste del Moncayo.

En el XIX, la fortaleza pasó a formar parte del patrimonio del Estado, una más entre muchas, de forma que su estado de abandono se prolongó hasta los años 80 del pasado siglo. En 1985, el desplome de una esquina hizo que se realizaran unas obras de urgencia a iniciativa del ayuntamiento, que contó con el apoyo de la Diputación de Zaragoza.

Desde entonces no se ha hecho nada, reconoce Garcés, que señala que, hace poco tiempo, ante la insistencia del consistorio, unos responsables de Cultura se pasaron por Jarque para ver cómo se encontraba el castillo. "Les pareció más interesante de lo que pensaban y entonces se decidió redactar un proyecto para consolidarlo", apunta el alcalde.

Ahora el objetivo de los restauradores será apuntalar lo que queda en pie, reconstruyendo lo que se pueda, sin dañar los restos de la fortaleza musulmana que aún quedan tras los sillares. "Es una labor complicada debido a los muchos escombros que hay", afirma el alcalde.

La corporación lucha por allanar el camino del proyecto de consolidación, que una vez licitado el próximo verano debe llevarse a cabo en un plazo de 12 meses. "No se cobrará nada por licencia de obras", informa.