En 1983, el Oximesa granadino se enfrentó al Caja Madrid de Wayne Brabender en un torneo en Mérida. Carlos Cabezas fue el mejor jugador del partido con unos 40 puntos y Brabender, ya en la recta final de su carrera, le reservó una silla junto a él en la cena. Cabezas pidió un autógrafo a su ídolo, que se sorprendió: "¿Después del partido que has hecho me pides un autógrafo?". El internacional español le preguntó si tenía hijos, cogió una servilleta y le escribió: "De Wayne Brabender para Carlitos Cabezas, que por lo menos seas tan bueno como tu padre". Y Carlitos, entonces de tres años, ha sido campeón de Liga, Copa, de Europa y del Mundo. Mañana puede convertirse en jugador del CAI Zaragoza.

"Carlitos se crió en una cancha de baloncesto", dice Carlos Cabezas, el padre, uruguayo, hijo de jugador de baloncesto y hermano de futbolista (Hugo Cabezas, delantero del Betis), que llegó a España en 1977 y jugó en Lugo, L´Hospitalet, Granada, Málaga o Córdoba. En la selección uruguaya llegó a coincidir con Washington Poyet, padre de Gustavo. Carlos Cabezas encaminó a Carlitos en el baloncesto. Desde niño le proponía ejercicios para trabajar el desplazamiento lateral, le daba dos balones en una escalera, se lo llevaba los domingos para tirar una y cien veces a canasta desde todos los ángulos de la pista.

Un ´globetrotter´

Su padre no fue el único del que aprendió. "Me hice amigo de un globetrotter que fichó el Caja Ronda, Larry Spicer, y le decía: ´Enséñale a Carlitos cómo juegan los negros´". Cuando Carlitos tenía diez años, la familia Cabezas se estableció en Marbella. "Me esperaba a la salida del trabajo para ir a jugar a baloncesto, y jugaba con niños cinco años mayores que él", recuerda el progenitor. Con 14 años recibió una beca para ir a la Residencia de la Universidad Laboral y entrenarse con el Unicaja, convirtiéndose en uno de los máximos exponentes de la cantera junto a Berni Rodríguez o Germán Gabriel.

No tardó en convertirse en un asiduo de las selecciones españolas en categorías inferiores, en uno de los júnior de oro que empezó en Lisboa y llegó hasta lo más alto del mundo en Japón. "Carlos, ya me puedo morir tranquilo", le dijo su padre tras la final de Lisboa. Cabezas se ha colgado las cinco medallas de oro más significativas del baloncesto español. Empezó en Mannheim, en el Mundial júnior oficioso de 1998 y con una canasta final de Carlitos en el último partido, siguió en en el Europeo de la categoría y continuó en Lisboa, el Mundial de Japón (2006) y el Europeo de Polonia (2009).

El 13 de febrero del 2000 debutó con el Unicaja en la Liga ACB, frente al Barcelona. La temporada siguiente consiguió plaza fija en el primer equipo, ganó la Copa Korac y llegó también a la selección absoluta. En el Unicaja ha vivido la época dorada del club malagueño. En el 2005 conquistó la Copa del Rey en Zaragoza, en el 2006 la Liga ACB y, en el 2007, disputó la Final Four de la Euroliga.

Década dorada

En la semifinal, el Unicaja se medía al CSKA de Moscú. Cabezas estaba siendo el mejor de su equipo hasta que recibió un golpe de Torres en una entrada a canasta que le produjo un desgarro en el conducto lagrimal de un ojo y tuvo que ser trasladado de urgencia al hospital para ser intervenido. El Unicaja terminó tercero. Casi una década después de su debut, Carlos Cabezas dejó su equipo de toda la vida y se marchó al Khimki ruso, donde una temporada después fue rescindido unilateralmente por la entidad.

"Carlos me ha superado en todo, menos en el golpe de muñeca. Puede meter los puntos que quiera, pero no es un chupón y es un gran defensor. Calderón me decía que jugar contra mi hijo era un suplicio. Tiene mi carácter, eso va en los genes, y todo eso hace que juegue muy bien las finales. La verdad es que todo lo que trabajé con él, Dios me lo ha devuelto 80 veces", dice Carlos Cabezas, padre, entrenador, artífice de Carlitos, que ha conseguido superarle en éxito y palmarés. Como predijo Wayne Brabender.