Decir adiós debería ser fácil, tendría que ser algo tan sencillo como cerrar los ojos, como levantar la mirada y mirar el cielo. Sin pensásemos en todas las veces que en nuestra vida hemos dicho adiós la cifra que resultaría difícil de pronunciar.

Me pregunto cómo sería poder mirar una última vez a lo que tienes delante sin sentir nada en absoluto, sin emocionarte, sin sentir una punzada en el pecho. Hay personas que prefieren marcharse sin más, caminar hacia delante sin mirar atrás. Antes no las comprendía, me costaba entender por qué lo hacían, pero ahora más que nunca entiendo sus razones. Después de tanto tiempo pasado y tantos momentos vividos cuesta desprenderse de lo que ha sido una de las etapas más importantes de tu vida. Si echásemos la vista atrás veríamos lo felices, desdichados y afortunados que hemos sido.

Ojalá al cerrar una etapa pudiésemos ver nuestras vivencias como en una película, sentados en el sofá de nuestra casa con palomitas y clínex. Revivir esos momentos en los que te sentiste tan feliz que no te importó lo que la gente pensara, rememorar aquel día en que creíste que todos te daban la espalda y te armaste de valor para continuar o aquella vez en que decidiste que perdonar a alguien que estaba por encima del orgullo. Todo ello sería maravilloso verlo para recordarte que la persona que eres ahora se debe a aquellos que se cruzaron en tu camino y que aunque no todos siguen contigo marcaron tu vida de igual forma.

La vida está llena de vivencias y etapas que nos marcarán y determinarán quiénes vamos a ser, pero lo más importante es que seas consciente del camino que recorres con tus pies, de que tus huellas por mucho tiempo que pase seguirán allí, porque a pesar del viento que sople para borrarlas serás capaz de vislumbrarlas. Muchas veces no somos conscientes del efecto que tenemos en las personas, pues las palabras o actos que realizamos tendemos a olvidarlos, pero siempre hay alguien para el que fuiste importante y te recuerda. No podemos olvidarnos de que la vida no se mide en años, sino en personas, en recuerdos, en historias.

La vida camina con nosotros de la mano pues, pase lo que pase, no puedes olvidar que el tiempo es un enemigo y que cuando las agujas del reloj se detienen, éstas lo hacen contigo. Podemos luchar contra ello, pelear con uñas y dientes o aceptar la verdad y caminar los tres juntos de la mano. Podemos elegir unirnos y afrontar la realidad: que las cosas pasan en la vida y aunque hay que despedirte de ellas siempre habrá otras esperando.

Decir adiós me está costando más de lo que pensaba. He pasado seis años de mi vida en este lugar, aprendiendo y creciendo como persona. Cuando entré no me imaginaba que el tiempo pasaría tan rápido, pero el final ha llegado. Ahora solamente me queda echar la vista atrás y abandonar ese tren en el que dicen que un día me subí y del que ahora debo bajarme.