El Gobierno de Aragón considera que los perros asilvestrados son un problema mucho más grave que el que puede representar el único ejemplar de lobo italiano que campa desde hace un año por los Monegros y otras comarcas de Huesca. Y así lo hace saber a los ganaderos de la comunidad en las reuniones en las que se abordan las medidas que toma la Administración para evitar o paliar los daños causados por el cánido en las explotaciones ganaderas.

Los canes asilvestrados son, por lo general, perros de caza que fueron abandonados o se perdieron en el curso de una batida y vagan por montes y campos, generalmente en grupos más o menos numerosos. Cuando tienen hambre, atacan a los rebaños y causan abundantes pérdidas.

Para el consejero de Desarrollo Rural, Joaquín Olona, el problema ya existente podría agravarse si los perros asilvestrados llegaran a cruzarse con el lobo. «Se trata de algo preocupante», subrayó tras un encuentro con los representantes de los sindicatos agrarios en Zaragoza. «Si eso llega a suceder, el crecimiento numérico del lobo sería muchísimo más rápido, por lo que hay que evitarlo a toda costa», subrayó.

Olona señaló que, al tratarse de una especie que no está protegida, fruto de «accidentes y malas prácticas», la búsqueda de una solución no se encuentra con dificultades de orden legal. En cualquier caso, indicó, «es un problema que se debe erradicar», ya que detrás de un número indeterminado de ataques a ganaderías están los perros que se han vuelto salvajes.

De hecho, la Diputación General de Aragón, precisó el consejero, baraja ya realizar «acciones de control de los perros asilvestrados con el fin de que su presencia se combata de una forma más eficaz que hasta ahora».

OTRO COMPORTAMIENTO // Los sindicatos agrarios están de acuerdo con que la Administración persiga a estos animales, pero consideran que los poderes públicos «tienen tendencia a atribuir a los perros cimarrones lo que en realidad es obra del lobo», en palabras de José Luis Lasheras, responsable del sector ovino e la Unión de Agricultores y Ganaderos de Aragón (UAGA).

«Los ataques de perros asilvestrados se distinguen por la forma en que muerden, se lanzan más a las patas y al lomo de las ovejas que al cuello», explica el ganadero, que recuerda cómo, hace un año, cuando el lobo empezó a irrumpir en los corrales de Monegros, la DGA achacaba el problema a perros de caza que habían vuelto al estado natural.

«Los perros asilvestrados, cuando atacan y comen a sus víctimas, lo normal es que al día siguiente los veas cerca de donde han actuado, mientras que el lobo se comporta de una forma muy diferente, desaparece», dice.

De hecho, los expertos han podido comprobar que un lobo puede recorrer fácilmente medio centenar de kilómetros en una noche, campo a través. «Y en cuanto localiza un lugar para pasar por debajo de una autovía, va al otro lado y puede volver a hacerlo en cualquier momento, lo que explica que haya sido visto en la Ribagorza y en las Cinco Villas», señala Lasheras, que posee una explotación ganadera en Farlete.

¿DESAPARECIDO? // Los ganaderos de esa zona de Monegros se han dado cuenta de que los cercados electrificados son eficaces con los perros asilvestrados, que se alejan en cuanto reciben una descarga, pero no tanto con el lobo. Este posee más recursos para burlar los sistemas de vigilancia, más fuerza y resistencia.

En cualquier caso, la Administración estudia caso por caso todos los ataques a rebaños. El último registrado tuvo lugar en el entorno de Ejea a principios del presente mes. Los ganaderos lo atribuyeron al lobo, pero la DGA emitió un informe, tras consultar a sus expertos, en el que señalaba que había sido protagonizado por perros cimarrones.

Desde aquellas fechas, no se han producido nuevos episodios en Aragón, por lo que no se podría descartar que el cánido haya pasado a Navarra o se haya refugiado en las Bardenas, una extensión desértica entre Aragón y la comunidad foral. Los ganaderos, con todo, no han bajado la guardia. Lasheras insiste en que «la convivencia con el lobo no es posible» y pide que sea capturado y trasladado a su hábitat natural. En su opinión, un solo ejemplar, además venido de fuera de España, no tiene entidad para organizar un plan de recuperación de la especie.