Manuel Calahorra Jiménez sumó ayer ante la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Zaragoza otra condena (la undécima, al menos) por estafar mediante alquileres falsos de apartamentos en Benidorm publicados en internet. Solo que esta vez la pena se quedó en 900 euros de multa, en lugar de los dos años de cárcel que inicialmente solicitaba la Fiscalía.

La explicación está en la doctrina que el Tribunal Supremo dejó sentada el pasado mes de julio, inicialmente aplicada a hurtos. Según esta, los delitos leves (antiguas faltas) no cuentan a efectos de multirreincidencia, con lo que no cabe pasar de penas a multa a prisión, como era el caso.

La reforma del Código Penal del 2015 endureció las penas para los delincuentes que sumaran tres condenas o más del mismo tipo, sin tener los antecedentes cancelados, elevándolas un grado. En este caso, de multa se pasaba a cárcel.

La medida se entendió como una respuesta, por ejemplo, a los carteristas que actuaban sistemáticamente en el transporte público de las grandes ciudades, y que por mucho que les detuvieran salían por la puerta del juzgado de inmediato, al tratarse de faltas de hurto, habitualmente menores de 400 euros.

Pero el Supremo, en uno de estos casos, consideró que no se podía castigar igual a alguien que robase efectos de gran valor que a estos pequeños delincuentes, y dictó que al menos han de ser delitos menos graves (el grado superior al leve) para que se aplicase la reincidencia. El Alto Tribunal, con seis votos discrepantes de 17 en el fallo, recordaba además que las faltas no computan para la reincidencia (repetir el mismo delito una vez), con lo que no tenía mucho sentido que lo hiciesen para la multirreincidencia.

Con este cambio, el alicantino Manuel Calahorra vio ayer cómo los 200 euros que logró de un incauto zaragozano se saldan con un castigo de 900 euros, tras el acuerdo alcanzado por su abogado, Ignacio Sarraseca, cuando el pasado mes de mayo, cuando fue juzgado por lo mismo en la capital aragonesa, sumó un año y ocho meses de cárcel. Pero entonces no había doctrina que le rebajase de delincuente a pillín, como también le ocurrió recientemente a un zaragozano que tomó por costumbre irse sin pagar la cuenta.