Borobia es un pueblo dividido. Todos y cada uno de sus vecinos, sin excepción, se alinea con el bando favorable a la mina de magnesita o con el bando contrario al proyecto. Se trata de dos facciones irreconciliables que, desde el 2000, cuando se dio a conocer el plan de explotación de la riqueza mineral de la sierra de Tablado, no han hecho más que cargarse de razones y separarse cada vez más la una de la otra.

"La mina ha creado muy mal ambiente en el pueblo, todos desconfían de todos", explica un joven zaragozano, oriundo de Borobia, que toma la fresca en el portal de su casa. Porque esta localidad soriana junto a la raya de Aragón, en las estribaciones del Moncayo, es un lugar agradable y pintoresco, un buen sitio para pasar el verano por sus más de 1.100 metros de altitud.

"La mina sería un desastre gordo, la ruina del pueblo", declara un hombre de 80 años que está sentado junto a la fuente de la plaza del Puente. "No da trabajo, no da nada, y nos quita tierras, nos quita agua".

"Donde no hay ganancia la pérdida está cerca", sentencia Isidro Rubio, de más de 70 años, que tampoco ve con buenos ojos el proyecto. "Pero no nos van a ganar: no pueden expropiarnos porque es una empresa particular y nosotros somos un montón de propietarios individuales que no cederemos", asegura.

"Pienso que la mina daría vida al pueblo y a la zona, que está muerta la mayor parte del año", opina Dionisio Zaragoza, que vive en el cercano pueblo de Ciria, mientras se toma un café en un bar al lado del río Manubles. "Además, no habrá contaminación porque todo se va a canalizar y a hacer en condiciones", añade.

Pendientes de la CHE

Angelines, otra vecina, piensa al revés. "Con cuatro máquinas y tres hombres harán el trabajo, y a cambio lo ensuciarán todo", afirma.

Sentado a la sombra de una acacia, en la plaza del Olmo, un hombre que no quiere dar su nombre, pide que les dejen "en paz". "No van a dar trabajo. ¿A quién, si somos todos mayores?", se pregunta. A su lado, Hilario, que es de Borobia y vive en Bilbao, considera que "favorecerá al pueblo". "Lo triste", continúa, "es que, a cuenta de la mina, la gente ha dejado de hablarse con sus vecinos y amigos".

"Mientras traiga trabajo, la mina siempre será bien recibida, como si ponen tres", subraya Miguel, que es agricultor y está reparando su tractor en una nave. "Solo se oponen a ella cuatro indocumentados, gente que se opone a los molinos de viento, a la concentración parcelaria, a todo lo que viene..."

"Todo depende de la Confederación Hidrográfica del Ebro", apunta un contertulio del plaza del Puente. Y todos los vecinos de Borobia cruzan los dedos. Unos para que autorice la explotación minera y otros para que prohíba su instalación en el pueblo.