Entre ellos todo son elogios. Infinitas palabras de admiración. Uno valora la fuerza y las ganas de lucha del otro. Y el otro resalta la valentía y la decisión del uno. Y si antes ya se querían, ahora todavía lo hacen mucho más, porque cuando hace 30 años José Ignacio Sánchez Miret, coordinador de trasplantes en Aragón, vio por primera vez la cara de su hijo Nacho no se imaginaba "para nada" que el destino les tenía preparada a ambos una cita que iba a cambiar sus vidas por completo.

Y ese momento llegó cuando el joven tenía 17 años y le fue detectada una insuficiencia renal crónica. "Necesitaba un trasplante de riñón sí o sí. Sabíamos que ese momento iba a llegar y, como no queríamos entrar en una fase de diálisis, la decisión hace tiempo que estaba tomada", apunta Sánchez Miret. El doctor se refiere a la donación de órgano que tanto él como su esposa Carmen estaban "decididos" a hacer a su único hijo.

"No hay mayor alegría que haber podido ayudar a Nacho a vivir. Ha sido la mayor satisfacción de mi vida", indica el doctor, quien, tras ser considerado más compatible que su esposa después de numerosas pruebas, se sometió a la operación hace seis meses.

"A los dos días ya estaba en mi casa y a mi hijo le dieron el alta a los ocho días", explica. Nada cambió en su vida tras la operación, "salvo que tengo 300 gramos menos de peso y que me cuido mucho más", añade Sánchez Miret. El doctor, que lleva 30 años al frente de la coordinación de trasplantes en Aragón, apunta que "jamás" imaginó que tendría un caso de este tipo en su familia --"nunca en la vida", matiza-- y asegura que la donación a su hijo es "el colofón" a una vida dedicada a la medicina intensiva en la comunidad. "Me siento realizado", dice.

"Para donar un riñón hay que hacer tres cosas: ser generoso, estar sano y compromiso a seguir cuidándose la salud", explica. Aunque Sánchez Miret y su esposa lo tenían "muy claro", su hijo no compartió en un principio la idea. "Yo era consciente de que tenía una enfermedad degenerativa y que, al final, habría trasplante, pero tampoco veía bien que mis padres se pusieran en riesgo. Al fin y la cabo, toda operación conlleva peligro, pero bueno, sé que era la solución más factible. Me siento muy orgulloso de mi padre. Él me ha cambiado la vida", relata Nacho.

Después de varios años viviendo "un auténtico calvario", el joven se ha planteado un reto "inimaginable" hace un año. "Me estoy preparando para un triatlón", dice. Y en ello está de lunes a viernes: entre el gimnasio, la bici, la natación y el correr. "¡Quién me lo iba a decir! Y mi meta es presentarme a las Olimpiadas de Trasplantados que se celebrarán en el 2017", asegura.

Nacho pasó "inactivo" varios años. "Un día oriné sangre y, a partir de ese momento, me pasé seis meses sin moverme. Iba de la cama al sofá y del sofá a la cama. Tuve que dejar de hacer planes de todo tipo. Y, además de físicamente, psicológicamente me afectó. Pero eso ya forma parte del pasado", recuerda el joven.

Él, junto a su padre, ya forma parte del récord de trasplantes en Aragón. Un riñón que dio lugar a dos héroes.