La vuelta a clase, tras unas vacaciones estivales de casi tres meses, suele ser acogida con una doble actitud: cierta alegría por el reencuentro con los amigos y cierto desánimo al tener que encarar de nuevo la rutina de los horarios, el estudio, la concentración y los deberes.

Los expertos apuntan a la existencia de un paralelismo entre el síndrome posvacacional del trabajador con el que sufren los estudiantes en septiembre, especialmente los adolescentes. Así lo reconoce Rosa Serrate, reconocida psicóloga y pedagoga zaragozana, para quien el inicio del curso es más llevadero para los más pequeños mientras que el proceso se agudiza entre los 12 y los 18 años. "En torno a un tercio de los adolescentes, los que cursan Secundaria y Bachillerato, padece el síndrome posvacacional", asegura.

"En general, y aunque puede haber niños para los que suponga un gran esfuerzo de adaptación, considero que al estar exentos de la rebeldía típica de la adolescencia, les resulta más llevadera. Además, a estos niños no se les exige un alto nivel de responsabilidad ni de planificación. Por tanto, es cuestión de retomar hábitos y de adaptarse más que de sufrir cierto trauma". Aun así, la experta señala que es preciso estar muy atento y hacer un seguimiento de la evolución de cada niño, porque en el caso de que los síntomas perduraran más de dos semanas sería preciso aplicar ciertas medidas de apoyo.

En la adolescencia es preciso tener en cuenta otros factores: "A esa edad, el peso de la pandilla ha adquirido gran valor, y tras una fuerte unión durante las largas vacaciones, llega la separación. O también han tenido un romance de verano, y con el adiós llega la melancolía. Además, estos adolescentes han comenzado a salir con su grupo de amigos, se sienten mayores, y tener que recuperar las obligaciones tras un largo periodo en el que en muchas casas se relajan las normas se les hace cuesta arriba", describe.

Rosa Serrate explica que, en ocasiones, los padres dicen que el adolescente no quiere levantarse de la cama para ir a clase, se niega a hacer los deberes cuando llega casa, está cansado, apático, y todo le da igual. "Debemos hablar con ellos y hacerles ver que la educación les va a ayudar en la vida, pero si esta actitud se prolonga más de dos semanas es posible intervenir con técnicas de estudio y programas que les ayuden a ganar concentración y memoria", afirma.

En cuanto a los más pequeños, en la etapa infantil especialmente, la psicóloga y pedagoga indica la necesidad de permanecer atentos a su evolución en las primeras semanas. "Los más pequeños no verbalizan tanto, y es complicado. Por eso hay que estar atentos. A veces veremos que les duele el estómago por la mañana, que tienen nervios y pequeñas regresiones infantiles, o que están más irritables. Incluso hay niños que se niegan ir a dormir, porque saben que al día siguiente habrá que volver al cole y no quieren. Aquí es preciso hablar con la profesora e intentar que se vaya adaptando", puntualiza. Por otro lado, para ir preparando a los escolares al nuevo curso, se aconseja que tomen contacto con los libros del curso que van a empezar antes de que comiencen las clases.