El Centro Joaquín Roncal de Zaragoza acogía ayer una jornada de reflexión y debate sobre la intervención de la Administración en la mejora de los ríos, especialmente en los tramos urbanos. Un tema de especial interés en la capital tras el aparcado debate sobre el azud, planteado este pasado verano. En la mesa, expertos de la talla del profesor de la Universidad Politécnica de Madrid y representante del Centro Ibérico de Restauración Fluvial (Ciref), Fernando Magdaleno, o Pedro Brufao, doctor en Derecho Administrativo de la Universidad de Extremadura, que coincidían en una misma conclusión:los ríos se cuidan «sin ideología».

No se refería solo al azud, pero la polémica estaba latente. Y más si una de las ponencias giraba en torno al Manzanares madrileño, tan represado antes y que ha logrado el consenso político con la apertura de compuertas. Muy criticada al inicio, ha creado islas que atraen a fauna avícola hasta ahora desconocida.

¿Puede pasar algo similar con el azud? Tanto Magdaleno como Brufao defienden la necesidad de un «análisis científico» del efecto de los ríos en los tramos urbanos para introducir mejoras.

El primero, expuso el ejemplo de ríos europeos como el Isar de Múnich, afluente del Danubio que se encauzó en los años 90 y hoy es «de muy buena calidad y en el que la gente se baña incluso». Es una «conexión entre el río y la ciudad» que le convierte en «paradigmático» de lo que pide Europa: no impulsar «solo obras defensivas».

Brufao hizo más hincapié en cómo la jurisprudencia está «recuperando y liberando zonas inundables» y en que ahora se persigue el «buen estado ecológico de los ríos». Así, un azud es «un obstáculo» que hoy quizá no se vería con buenos ojos, pero al que ahora, ya construido, «hay que aplicarle la ciencia y luego el derecho».